Capítulo 17
‘’La verdad de Nicole’’
Nicole PVO
Un sonido sordo retumbó en toda la casa, pero no me asusté. Sabía que lo había provocado. Un marco de fotos.
Un marco de plata con una foto en su interior. La foto original era una familia feliz. El padre y la madre se sonreían mientras sus manos entrelazadas tocaban al futuro bebé, el cual estaba en un gran vientre. Eran felices. La foto había cambiado un poco. Había intentado poner mi cara sobre ella pero no encajaba.
Su piel era más pálida que la mía, mi mirada quedaba a la misma altura que la de Edward por lo tanto no podíamos compartir esa mirada de complicidad, parecía como si Edward estuviese mirando mi escote y por más que intentaba mover mi rostro parecía que nunca cubría lo suficiente a Isabella.
Desesperada y cansada tiré el marco al suelo y ahora una grieta en el cristal separaba a ambos.
Había tirado la toalla antes de navidad a mis sueños de estar con Edward cuando me echó de se casa, pero cuál sería mi sorpresa cuando al terminar las vacaciones vino a mi consulta un día en el que no tenía cita. Me pidió perdón y me rogó que le ayudara a superar a Isabella. Desde ahí todo fue como en mis sueños.
Por las mañanas me levantaba en una casa preciosa con un hombre sexy, guapo y musculoso. Luego desayunaba con mi hermana Jane y me iba a mi consulta, la cual debo decir que no la veía con los mismos ojos desde aquel día…
FLASH BACK
Estaba terminando de apuntar unas notas del cliente anterior cuando sonó el timbre. Fastidiada por no poder tener mi media hora de descanso fui a abrir la puerta y una sonrisa voló a mi rostro.
Era Edward.
-¿Puedo pasar? He terminado antes en el trabajo y… - no le dejé continuar y le di un suave beso en la boca. Tras terminar nos miramos con una sonrisa en el rostro y me acarició la mejilla con sus nudillos suavemente. Y yo cerré los ojos para alargar el momento. – he traído varios sándwiches y una botella de vino si quieres almorzar conmigo claro, ¿quieres?- me preguntó con una sonrisa.
-¡Oh dios! Pero que tonto eres, ¿cómo iba a negarme? pasa.- me aparté de la puerta para que entrara.
Comimos en mi escritorio uno frente al otro y todo el tiempo estuvimos hablando de Ethan. Cuando terminamos empecé a recoger deprisa ya que el siguiente paciente llegaría en cuestión de minutos. Estaba tirando el envoltorio de los sándwiches a la basura cuando algo se chocó contra mi trasero. Me levanté y vi que era Edward. Le di un beso, un beso de verdad, poniendo mi persona en ese beso. Nos separamos y cuando pasé por su lado para seguir recogiendo me agarro del brazo y me posiciono frente a él. Me volvió a besar y cuando nos separamos vi algo nuevo en él. Una mirada llena de deseo.
Le besé salvajemente mientras enrollaba mis piernas en sus caderas. Llegamos hasta el diván donde se solían sentar mis pacientes y por fin fue mío completamente.
Si creía que ese hombre era perfecto, ahora no tenía palabras para describir como era. Era un dios del sexo. Tres orgasmos en menos de una hora. Aquella tarde las consultas fueron suspendidas hasta la mañana siguiente.
FIN DEL FLASH BACK

Si hubo más ocasiones en el baño de abajo, en la cocina, en el garaje, en el salón… pero cuando se trataba de la habitación que había compartido con ella… el sexo era algo desconocido. Esa cama solo la usamos para dormir.
Solíamos cenar juntos y la mayoría de las veces me quedaba a dormir en su casa, en la cama de ella y abrazada al que una vez fue su hombre.
Quería redecorar la casa y más concretamente el dormitorio. Sentía que en cada rincón de la casa estaba algo de ella que hacía que Edward diera un paso atrás en muchas ocasiones. Y eso me estaba separando de mi objetivo, pero todavía no quería decir nada a Edward. No quería una reacción como la de antes de navidad, aunque claro antes nuestra relación no había pasado de unos simples besos.
Ahora estaba sola en la casa y había subido esta tarde al desván a cotillear un poco o como a mí me gustaba decirlo a recoger información. Había encontrado de todo un poco. Estaban los adornos de navidad, ropa vieja, la cuna y la silla para bebés. No pude evitar agarrar el mango de la silla y dar un par de vueltas por el desván. Juro que algún día esta silla tendrá un niño de verdad con ojos verdes y pelo negro con tez morena y no solo me limitaría a estar aquí. Saldría a la calle para que todo el mundo se fijase en lo guapos que hacíamos Edward y yo a los bebés.
En una esquina encontré también cajas apiladas en las cuales había pequeñas anotaciones escritas con letra mayúscula en negro que resumían su contenido.

Seguí investigando y el siguiente álbum era de Isabella, de cuando estaba en el instituto. Era guapa, no lo podía negar, y tenía buen cuerpo, en varias fotos salía vestida de animadora, pero tenía un rostro muy aniñado y no usaba maquillaje. Además tenía pecas, cosa que ahora no. Supongo que con el paso de los años se la habían ido quitando.
Cogí otro álbum, este estaba lleno de fotos de ellos dos. En una foto salían sentados juntos en una boda riéndose, en otra besándose en el cine… fui pasando diferentes fotos hasta que llegué a algunas más comprometidas.


El timbre sonó en el piso inferior y baje corriendo las escaleras. Debía de ser mi pequeño demonio, Ethan. Efectivamente era él.
-Hola Ethan- dije agachándome a su altura para intentar dale un beso pero se quitó el abrigo al cual le tenía sujeto dejándome sola con el abrigo en la mano y salió corriendo escaleras arriba. Cerré la puerta despidiéndome con una falsa sonrisa de la mujer de los servicios sociales y subí despacio a la habitación de Ethan intentando calmarme por el camino. Eran muchos sus desaires hacia mí a diario y siempre cuando Edward no estaba delante.
Si hablaba a Ethan él no me contestaba, si le apagaba la tele porque llevaba viéndola toda la tarde se levantaba sin decir nada y se iba a alguna parte de la casa a jugar. Al principio me ponía triste ser rechazada continuamente por él. En mis planes junto a Edward él estaba de mi parte y me consideraba como su madre, me quería más que a Isabella. Vi la situación con claridad, si Ethan no cooperaba en lo que tenía pensado tendría que desaparecer. Aun no, porque era pequeño pero iba a hacer que odiase tanto estar en casa que él mismo querría irse.

El niño levantó la cabeza y me miró con una mirada fría y calculadora pero no lloró ni protestó. Ni siquiera pidió que le devolviera el coche y que no se lo rompiera.
-Ethan, tienes que ser más respetuoso con mamá- le dije en un fingido tono cariñoso.

Ethan salió corriendo hacia él y se abrazó a sus piernas. Edward le cogió en brazos y le dio varios besos en la mejilla a modo de saludo. Cuando se vio seguro por su padre me lanzó una mirada retadora con la ceja alzada y me saco la lengua. Omití su gesto y con una sonrisa fui hacia Edward. Al llegar a él quité a Ethan de sus brazos y le di un beso largo y pasional capaz de llenar todas las horas que habíamos estado separados por el trabajo.
-Nicole…- susurró junto a mis labios- esta imagen no es adecuada para mi hijo. Tiene tres años.- se separó de mi y fingí un puchero que entraría en la categoría de adorable. Edward me acarició la mejilla suavemente y le puse una sonrisa- voy a bañar a Ethan, ¿puedes ir preparando la cena?- me pidió con una sonrisa.
-Desde luego mi amor.- en la cocina no era muy buena pero sí era muy buena aplicando la teoría a la práctica, asique este último mes un libro de recetas había sido mi mejor amigo.
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Cenamos tranquilos y en un cómodo silencio.
-Mañana tengo reserva para uno de los mejores restaurantes de Seattle, así que espero que te guste el marisco.- me comunicó con una gran sonrisa.
-Yo tamben quelo ir papá- reclamó Ethan.
-Ethan habla bien, que cuando quieres bien que lo haces- le dije.
-Nicole…. tiene tres años es normal que no sepa pronunciar bien. Ya lo hará cuando sea un futbolista de élite, ¿verdad campeón?- le preguntó Edward a lo que él simplemente asintió con una gran sonrisa.- pero no cariño, no puedes ir porque a ti la comida de allí no te gusta- le explicó mientras le acariciaba el pelo.
-Sí, pero si no le corriges ahora eso puede repercutir en su futuro mi amor. Y sí, me encanta el marisco, ¿pasas a por mí a la…una?
-Bella no quiere que se le corrija el debe aprender poco a poco y si le corregimos puede dejar de hablar por miedo a equivocarse.- Bella otra vez… joder.
-Pero Bella no está aquí y ella no sabe nada sobre los niños y yo sí, soy psicóloga.
-Nicole, Bella es su madre y ella sabrá cómo educar a nuestro hijo.- dijo en tono serio.
Dejamos la conversación por finalizada y ahora estábamos en el salón, con Ethan dormido, y en nuestra terapia diaria. Edward estaba tumbado encima de mí en el sofá. Y me gustaba poder sentir la dureza de sus piernas, de sus nalgas y de su espalda contra mi cuerpo.
Ahora estaba hablando de Bella, desahogándose. Hacía tiempo que yo no prestaba atención a todo lo que me contaba en lo referente a Bella, la respuesta iba a ser la misma.
-Edward, Bella cometió una tremenda falta, es imperdonable. Debe pagar por ello. Creo que has sido muy blando con ella así nunca aprenderá. Tú lo has pasado mal durante muchos meses preocupando a tu familia y ella tan feliz con el otro- intenté convencerle mientras le acariciaba el pelo.
-Nicole, ella no está con nadie. Me lo ha dicho.- dijo irguiéndose para estar frente a frente.
-Mmmm entonces supongo que la confundiría el otro día cuando vi a una pareja de la mano en actitud muy cariñosa por el centro. La verdad es que se parecía mucho a ella, ¿estás seguro?- vamos Edward créeme, créeme cariño. Hazlo. Noté que dudó un momento pero después me miró con una resolución en su mirada. Sí, me había creído.
-No, no estoy seguro- confesó mientras fruncía el ceño.
-No es por hacerte daño pero Edward, si ella estuvo con otro cuando todavía estabais casados ahora que está legalmente soltera, ¿por qué no va a estar con otro? Sinceramente creo que es una mala influencia para Ethan…
-No sigas por ahí. Sabes que no voy a separar a mi hijo de su madre. La figura materna es esencial en la vida de un niño- me dijo de forma seria y cortante que no dejaba lugar a réplicas.
-Edward… si tú quieres… yo… yo podría ser la madre de Ethan. No biológicamente claro, pero podría ser su imagen materna.- miré a Edward con miedo al no saber cómo reaccionaría podría ser mal o bien. Pero en su mirada solo encontré sorpresa.
-¿De verdad harías eso?- me preguntó emocionado.
-Por ti y por ese niño al que quiero como si fuese mío haría cualquier cosa- mentí.
-¡Gracias! De verdad, eres una mujer asombrosa y con un corazón de oro.- bien, pensé para mí misma mientras me besaba ardientemente.- pero su madre es Bella.
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A la mañana siguiente terminé de trabajar una hora antes para poderme arreglar debidamente. Íbamos a ir a uno de los restaurantes más lujosos de Seattle y seguramente estuviera lleno de personas importantes.
La comida iba estupendamente. Edward estaba en actitud cariñosa y comprensiva, el restaurante era precioso y la comida estaba excelente, pero no todo es felicidad y de un momento a otro Edward cambió de actitud. Comprendí lo que pasaba en cuanto se acercó a la mesa.
En ese momento pensé ‘’se educada y comprensiva, que se note que tu eres la buena en esta historia, que eres superior a ella’’ y eso hice. Me excusé diciendo que iba al baño cuando realmente me quede detrás de un biombo que separaba las mesas ofreciendo más intimidad.
Escuché como ella se iba rompiendo poco a poco a medida que avanzaba la conversación y que Edward se volvía más frío, más duro, más borde. No pude evitar soltar una risilla cuando le soltó el ‘’me das asco’’.
Sabía que estaba cambiando el pensamiento de Edward en mi beneficio pero nunca sospeché que mis ‘’consejos’’ hubiesen calado tan hondo en él. Miré por el ventanal hacia la playa de color grisáceo pensando en que quizás mi sueño de tener un hombre, guapo, rico y con un futuro prometedor a mi lado no era tan imposible como pensé la principio.
Desperté de mi ensoñación cuando una brisa de aire me azotó los cabellos que quedaban sueltos del recogido, ella se había ido y él estaba en la mesa estupefacto, sin poder creer lo que había ocurrido hasta que se levantó tirando la servilleta que estaba en su regazo en la silla y salir detrás de ella. Yo volví a ocupar mi puesto esperando a que él volviera.
Cuando volvió ya no era el mismo de hace unos minutos. Estaba pálido y serio y me dijo que se le había quitado el apetito.
-¿Qué ha pasado?- pregunté suavemente y con una preocupación fingida.

-Edward es normal, ella te ha hecho daño. Tendrá que aceptarlo. Además seguro que venía pensando en arruinarnos la comida, seguro que había planeado esto.- dije mientras me metía un mejillón en la boca.
-¿Tú crees?- me dijo mientras me miraba fijamente.
-¿Y si no porqué va a venir aquí? Edward relájate, estoy seguro que no le has dicho nada que no se mereciera- me levanté y me puse a su lado dándole un beso con el que pretendía hacerle olvidar a Isabella de una vez por todas.
Tras esa discusión parece que ella no volvió a insistir más y mi vida volvió a ser tranquila. Hasta esta tarde.
Edward había llegado hecho un manojo de nervios y había tirado la chaqueta y la corbata nada más traspasar la puerta. No me había dirigido ni una mirada, se había metido al baño directamente donde el agua llevaba corriendo más de veinte minutos seguidos. Ethan aún no había llegado y yo estaba en el salón leyendo una revista. No podía concentrarme en lo que leía, mi cabeza estaba muy ocupada pensando que había pasado con Edward. Podía ser algo referente al trabajo, con Bella, con sus padres o podía ser conmigo.
Subí hasta el dormitorio y me senté en el diván con los brazos cruzados esperando a que saliera Edward. Salió diez minutos más tarde con el pantalón del pijama, sin camiseta y secándose el pelo con una toalla bruscamente.
-¿Qué ha pasado?- dije acercándome a él.
-Se va- susurró mientras rebuscaba algo en el cajón superior de su mesilla.
-¿Quién?
-Bella.- mi fingida tranquilidad terminó por esfumarse tan solo al oír ese nombre.
-¿A dónde?
-Nueva York, para seis meses- a mi me venía de perlas pero tenía que hacer que Edward compartiera mi visión de las cosas.
-Edward eso no te incumbe.
-¿Cómo que no?- me preguntó indignado dirigiéndome la primera mirada de la noche.
-No, es su vida. Ya no estáis juntos, compréndelo.
-¿Pero y nuestro hijo? ¿Sería capaz de dejarlo solo?
-Edward, te repito la oferta que te hice hace unos días. Si Bella un día no quiere seguir siendo su madre yo ocuparé ese puesto con gusto- le dije abrazándome a él.
-Gracias- nos abrazamos un momento y él se separó de mí de forma rápida.- pero tengo que pensar, necesito estar solo.

-¿A dónde vas?- le pregunté en cuanto le divisé en la cocina. Esto no iba como yo quería.
-A buscarla. Tengo que pedirle perdón y convencerla de que no se valla.
-No, no tienes que hacerlo y no lo harás. Ella es adulta toma sus decisiones…- por mucho que lo intentaba, Edward seguía metiendo cosas en una mochila- Edward estás conmigo ahora- jugué la última carta que tenía bajo el brazo y dejándola caer a mi suerte. Si aun así Edward se iba, habría perdido todo lo que sueño.- ¿Por qué siempre estás pensando en ella?, ¿Por qué no puedes aceptar que tú ahora estás conmigo y que ella rehace su vida sin ti?- unas lágrimas falsas descendieron de mis ojos para que mi desesperación fuera más creíble.
Edward se quedó mirándome fijamente y se instauró una mueca de dolor en su rostro.
-Lo siento, tienes razón. Estamos separados y somos personas independientes. Ella puede hacer con su vida lo que quiera.
-Exacto Edward. Ahora por favor vamos a dormir y mañana deshaces la maleta. Te quiero- dije besándole. Él me correspondió pero no me contestó, como otras muchas veces aunque a mí no me importaba, sabía esperar.
A la mañana siguiente Edward se levantó de mal humor, Ethan llorando y yo con un dolor de cabeza increíble. Cuando estuve en el silencio de mi consultorio me tomé una aspirina y analicé las cosas.
Ayer había estado a punto de perderlo todo, no podía permitir que eso volviera a suceder. Y si no podía hacer que Edward odiara a Bella lo haría a la inversa, ¿y qué había peor para una madre?
Alejarla de su hijo, por supuesto.
Cogí el teléfono y marqué el número de mi hermana Jane.
-¿Abogados Vulturi dígame? Contestó la secretaria.
-Anna pásame con mi hermana Jane por favor.
-Espere un momento señorita Vulturi.
Esperé varios minutos hasta que la conocida voz de mi hermana me saludó.
-¿Nicole?
-Sí, soy yo.
-¿Cómo que llamando al buffet? ¿Has decidido dejar de intentar ayudar a locos y psicópatas que se sienten culpables, para volver al negocio familiar de hacer cumplir las leyes?- dijo mi hermana.
-No Jane, pero te tengo un trabajito.
-Claro, dime. ¿Te has metido en algún lío?- me preguntó preocupada.
-No, para nada. Verás… ¿te acuerdas de Edward?- pregunté.
-¿El tío que te dio tres orgasmos la primera vez que os acostasteis y que es un calzonazos?
-Jane, te sugiero que calles esa jodida boca tuya, será todo lo que tú quieras pero tiene más dinero que tu primer marido y solo tiene 35 años. Su carrera está en pleno despegue y estoy segura de que el dinero que tiene ahora se duplicará dentro de 10 años.
-Visto así… ¿pero no entiendo, qué pasa con él?
-También te conté que estaba divorciado y que tenía un hijo, ¿cierto?
-Sí el niño que tiene como meta joderte la vida. Un tortazo a tiempo te quitará de dolores de cabeza cuando sea adolescente- me aconsejó mi hermana.
-Cuando sea adolescente a los únicos niños que voy a aguantar va a ser a los míos, no pienso aguantar a bastardos consentidos- le aseguré. La cosa es que ese niño es lo único que une a Edward y a su ex-mujer
-Ya veo por dónde van los tiros, quieres la custodia completa para el padre, ¿no?
-Me da igual con quien se quede el niño. Como si se queda en un centro de acogida. Solo quiero separarle de su madre y que ella piense que ha sido Edward quien le ha arrebatado a su hijo de tal manera que odie a Edward y se aleje ella de él.
-Uoh uoh uoh espera, espera, espera… ¿sabes todo lo que se necesita para hacer eso? Podrían pasar meses hasta que le quitaran la custodia. Se necesitan pruebas que demuestren que la madre es incapaz de cuidar al niño y el proceso es largo.
-¡Me da igual, invéntatelas maldita sea! En ese trabajo vuestro todo es falso.- le grité enfadada. Las complicaciones siempre me enfadaban. Colgué inmediatamente y salí a correr por el bosque que estaba a pocos metros de la casa.
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Isabella no volvió a salir en nuestras conversaciones. Pero ayer mi hermana Jane me llamó. Tenía buenas y malas noticias.

Las buenas eran que la demanda ya estaba en proceso y que si todo iba así y mi padre aceleraba los trámites, mi plan estaría listo dentro de escasamente un mes.
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