Capítulo 19
''Déjame sanarte''
Bella PVO
-¡Mamá!- gritó mi hijo desde el baño alargando a última ‘’a’’.
-¡Voy cielo!- contesté mientras me levantaba del sofá.
Entre al baño donde mi hijo llevaba media hora metido en la bañera. El baño estaba bañado en vapor y las paredes de azulejos lloraban, eso por no hablar del suelo. El suelo parecía un lago. Había agua por todas partes y varios de los juguetes de Ethan estaban tirados por él suelo.
Esta observación tardé en hacerla escasamente 10 segundos, los mismos segundos que mi hijo había necesitado para cargar su pequeña pistola de agua y empaparme con ella. Volví a salir al pasillo para quitarme el agua de los ojos mientras al otro lado las estruendosas carcajadas de mi hijo parecían que no tenían prisa por cesar.
Me sequé la cara con las mangas del jersey, el cual estaba empapado por la parte del pecho, y volví a entrar con paso decidido.
-Ethan…- dije en tono amenazador y en suspense.- sal del baño porque te acabas de ganar el castigo de tu vida muchachito- le dije en un fingido tono de enfado. Mi hijo me miró asustado y acto seguido se puso en pie en la bañera. Cogí una toalla y le rodee su pequeño cuerpo con ella para finalmente llevarle cogido hasta mi habitación, ahora la habitación de los dos.
Lo tumbé en la cama sobre la toalla mientras le repartía crema hidratante por el cuerpo y un poco de colonia de Nenuco. Un incómodo silencio se había interpuesto entre nosotros y Ethan me miraba expectante, esperando ese castigo.
¿Y cómo no iba a pasar por alto ese castigo que en ningún momento había pensado en ponerle cuando me miraba así? En estos momentos era cuando más me recordaba a Edward y sus maneras de convencerme de algo.
Acto seguido comencé a hacerle cosquillas y ambos caímos en la cama con dolor abdominal por las risas.
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Ya en la tranquilidad de la noche, cuando Ethan llevaba dormido una hora y yo estaba tendida en el sofá viendo la tele mi mente, como cada vez que tenía un rato libre, iba hacia Edward.
No sabía nada de él desde hace una semana y a parte de preocupada estaba ansiosa. No estaba tranquila de que Edward estuviese con Nicole y ahora completamente solos. Edward veía a Ethan todos los días en el parque pero no era yo quien le llevaba si no Alice. Además ellos habían arreglado sus diferencias y su relación volvía a ser casi como antes.
Ayer había recibido una llamada de Jacob informándome que Edward había retirado la demanda por la custodia.
¿Estaría bien Edward? ¿Le habría absorbido aún más el cerebro Nicole? ¿Habrá reflexionado sobre mi hallazgo? En estas preguntas sin respuesta estaba, cuando el sueño me venció y con mis últimas energías me dirigí a mi cama en la cual un pequeño príncipe estaba profundamente dormido a sus anchas.
Le aparté un poco, lo suficiente para meterme en la cama y pasé un brazo por sus pequeños hombros antes de quedarme dormida.
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A la mañana siguiente después de una batalla con Ethan por que se vistiera con una camiseta roja y no con una de su equipo predilecto de béisbol lo dejé en la guardería. En casa me aburría bastante. Una vez tenía la casa recogida, no sabía que más hacer por lo que hace tres días opté por salir a correr. Hacía mucho que no hacía ejercicio, concretamente nueve meses.
Cogí las llaves del coche del platillo que estaba en la cocina y me dirigí a la puerta cuando sonó el teléfono.
-¿Sí?- pregunté.
-Bella, tengo que hablar contigo. Es urgente- me pidió una persona completamente histérica al otro lado de la línea.
-¿Qué pasa Alice?- le exigí más que pregunté.
-Es Edward. No sabemos dónde está. No ha venido a trabajar desde hace una semana, no contesta al teléfono y en su casa no está.- me informó a una velocidad que se me hizo difícil entenderla.
-Calma Alice. ¿Ayer no viste a Edward cuando fuiste con Ethan al parque?- le pregunté intentando calmarla a ella y calmarme a mí.
-Lleva sin ir al parque exactamente eso Bella, una semana.
-¡¿Qué?! ¡¿Y por qué no me lo has dicho?!- le reclamé enfadada.
-Pues no sé porque no te lo he dicho. Bella por favor piensa en algún lugar donde pueda estar, por favor… todos estamos al borde de un ataque de nervios. Pensamos que Nicole se lo ha llevado a alguna parte… bueno da igual ayúdanos por favor.- me pidió desesperada.
-No tienes que pedirlo Alice. Haremos esto, tú vete a buscar a Ethan a la guardería cuando salga, a las dos. Y yo iré a buscar a Edward a todos los sitios posibles donde pueda estar.
-Gracias Bella. Llámame en cuanto sepas algo, mantenme informada porque estoy de los nervios.
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Antes de terminar de hablar con Alice ya tenía un destino donde ir. La consulta de Nicole.
Busque la dirección en google y ahora me dirigía hacia allí, si Nicole no estaba en la consulta porque se había ido de vacaciones con Edward, habría dejado algún tipo de aviso, ¿no?
Pero en la puerta no ponía absolutamente nada. La consulta de Nicole estaba en un edificio de pisos dedicados solamente para trabajar aunque bien se podía vivir allí también. Si Nicole no estaba trabajando podía estar en su casa pero si Edward tampoco está trabajando lo más seguro es que estuviesen juntos en casa, en nuestra casa.
Volví al coche en dirección a la que fue nuestra casa y al llegar me fijé en que no había ningún coche en la puerta. Si por lo menos estuviese Edward habría un coche aparcado en la calle, pero la calle estaba vacía. Traspasé la puerta que daba al jardín delantero y avancé por el pasillo de piedra hasta la puerta de madera. Pensé en abrir con mi llave pero no quería encontrarme con ninguna escena subida de tono, así que llamé al timbre. Esperé al menos cinco minutos llamando varias veces pero ninguna me dio respuesta por lo que opté a abrir con mi llave.
Estaba intentando prepararme mentalmente para encontrarme con una escena poco agradable para mi corazón pero no estaba preparada para lo que vi en realidad. No vi nada y a la vez vi demasiado. El recibidor no estaba tal cual lo conocía, todo estaba igual pero diferente. El suelo estaba lleno de papeles y objetos rotos como marcos de fotos y algún jarrón. Entré en el salón para encontrarme con la misma escena solo que los papeles habían sido sustituidos por las películas y cd’s que guardábamos en la estantería al lado de la tele.
El miedo llenó mi cuerpo de forma alarmante al ponerme en lo peor. Sería que habían entrado a robar, Edward había sorprendido a los ladrones y estos le habían hecho daño.
La respiración se me cortó por varios segundos al imaginarme la escena. Corrí lo más rápido que pude por las escaleras hasta llegar al segundo piso. Caminé hacia nuestra habitación mientras las lágrimas corrían por mi cara y mis piernas parecían más incapacitadas para soportar mi cuerpo. Abrí las puertas de nuestro dormitorio preparada para lo peor pero allí la situación era la misma. Los marcos de las fotos rotos en el suelo, la cama deshecha y en el baño todos los botes de gel y champú estaban tirados. Algunos se habían abierto y se había derramado el líquido por el suelo.
Había recorrido toda la casa y no había rastro de Edward por ningún lado, mucho menos de Nicole. Bajé las escaleras y me senté en el último escalón presa del miedo y de los nervios.
Rodee las rodillas con los brazos y hundí la cabeza en ese espacio para comenzar a llorar. Lloré por la frustración de no saber nada, por el miedo que tenía de que a Edward le hubiese pasado algo malo, por la culpa. Porque si no hubiese sido por mi error estaríamos juntos y nada de esto habría pasado. No sé si pasaron minutos u horas pero cuando me calmé un poco y paré de llorar me fijé realmente en todas las cosas esparcidas por el suelo. No eran simples papeles. Eran fotos, fotos nuestras. Y todas estaban rotas, pero rotas por el mismo lado, por mi cara. ¿Tanto me odiaba Edward?, ¿tanto daño le había hecho?
Me agaché a recoger una foto al azar que estaba dada la vuelta. Mi cara estaba recortada pero mi cuerpo no y Edward estaba con el guapo subido ese día en Forks…
¡Forks! Pues claro como no se me había ocurrido antes. Edward siempre iba allí para pensar, casi siempre solo. Yo lo había acompañado varias veces pero cuando íbamos de vacaciones, para esquiar.
En ese instante las preguntas sobre Edward y sus sentimientos hacia a mí quedaron a un lado. Me volví a montar en el coche en dirección a mi casa. Cogería algo de ropa y me iría hoy mismo a Forks. Con suerte llegaría antes de la cena y la noche no se me echaría encima por el camino.
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Una hora más tarde estaba conduciendo a 140 kilómetros por hora en la autovía que llevaba a la Península Olympic y luego de allí me tendría que desviar a una carretera secundaria hasta llegar a Forks, al centro de Forks. Después buscar la carretera hacia Oregón y meterme por un camino de grava a los 10 kilómetros para llegar a la casa.
Miré la hora y eran las dos, Alice debería estar yendo a recoger a Ethan al colegio. Recodé la petición de Alice y sin más dilatación la llamé. Me daba igual en ese momento estar incumpliendo una ley, estaba desesperada y eso para mí era suficiente para justificar mis actos.
Al tercer timbrazo Alice respondió el teléfono me dijo que estaba con Ethan en el coche y que ahora se lo llevaba a su casa a comer. La dije lo que ya sabía que Edward no estaba en casa pero que en la consulta de Nicole tampoco había ningún aviso de que iba a ausentarse. Puso el grito en el cielo cuando la informé de que estaba de camino a Forks. Me exigió que volviera en ese mismo instante a Seattle y que fuéramos toda la familia. Me costó bastante convencerla de que no fuesen a Forks argumentando que quizás Edward no estuviese allí. Tan solo era un pálpito, una idea de dónde podría estar pero en algún lugar de mi cabeza sabía que era allí donde se encontraba.
Paré dos veces antes de llegar a Forks, una para repostar y otra para comprar un café. Tuve que preguntar a uno de los residentes del pueblo por donde se salía a la carretera de Oregón y una vez comencé a adentrarme en el camino de grava las manos me empezaron a sudar y el corazón se me aceleró. Todo lo rápido que me iba el corazón no era nada comparado con la velocidad a la que latía cuando llegué a la casa y vi el volvo. El volvo plateado de Edward. Por primera vez en dos semanas respire tranquila y profundamente. En ese momento una pregunta se me pasó por la cabeza, ¿estaría con Nicole? Bueno realmente no me importaba, necesitaba saber que estaba bien y si estaba con Nicole me iría inmediatamente.
Con pasos vacilantes me acerqué a la puerta y llamé con los nudillos, pues no había timbre, pero al igual que en Seattle nadie abrió por mucho que espere intente abrir la puerta pero estaba cerrada. Lo mismo había salido a dar un paseo, pensé mirando hacia el bosque. Esa opción quedó descartada en cuanto vi que el cielo se tornaba en colores rosáceos y morados y que en cualquier instante la oscuridad cubriría el cielo, por lo tanto no sería muy inteligente por parte de Edward irse por el bosque a estas horas.
Entonces pensé en el jardín. El motivo por el que habían comprado esta casa era en gran parte por el jardín. A Esme la encantaba el que no hubiese muros que limitasen el jardín y el bosque, la única complicación era llegar hasta la parte de atrás, pues había una gran colina cubierta de arbustos y helechos, además el hielo, tan común en Washington, no ayudaba mucho.
Decidida comencé a subir. Me raspé las manos, me llené las botas de barro y me manché los vaqueros de verdín pero conseguí subir. No paré a recuperar la respiración, ni si quiera a valorar mi triunfo por poder subir fui directamente al jardín. Esquivando helechos y saltando ramas llegué hasta los bordes del jardín donde comenzaba la hierba sembrada artificialmente y terminaba la maleza.
Miré hacia las ventanas de los dormitorios que al no tener cortinas ofrecían una amplia vista del interior de la casa. No vi ninguna persona, ni si quiera una sombra. Avancé hasta la puerta francesa que conducía directamente a la cocina pero no llegué a entrar.
Entre las macetas de Esme estaba Edward. Un Edward desconocido.
Estaba arrodillado en posición fetal, con la cabeza metida entre los brazos y desnudo. No me fijé mucho pero si pude apreciar que sus músculos habían aumentado.
La razón llegó a mí y lo primero que despertó fue el instinto protector. Estaba desnudo tirado en el frío suelo de piedra deshace dios sabe cuánto tiempo y la temperatura era glacial.
Me acerqué a él rápidamente y me puse a su altura.
-¡Edward! ¡Edward!- le llamé zarandeándole los brazos. Estaba entrando en un estado de ansiedad al no obtener ninguna respuesta por su parte, ni siquiera levanto la cabeza.
-¡Edward!- grité desesperada y ya con lágrimas en los ojos.
Parece que mi grito lo devolvió a la realidad y levanto la cabeza pero no hacía mi dirección si no hacia el frente. Lo abracé aliviada y dándole el calor corporal que había perdido.
Sus brazos fueron correspondiéndome poco a poco y de forma débil.
-¿Bella?- preguntó en tono incrédulo y fascinado-¿Bella?- repitió en el mismo tono pero con una sonrisa.
-Sí Edward. Vamos te estás congelando- intente levantarle pero por muy débil que estuviese no podía con su peso. Tardó un poco en responder pero al final terminó levantándose él solo.
A pesar de su desnudez no parecía estar cohibido y realmente no tendría por qué estarlo, conocíamos los cuerpos del otro mejor que el nuestro pero aun así había pasado tanto tiempo… caminaba detrás de mí hasta que abría la puerta de la cocina y se colocó delante de mí.
Tenía el ceño fruncido y sus ojos se paseaban ansiosamente por todo mi cuerpo. Una de sus manos fue a mi brazo y la otra me acarició la mejilla suavemente, casi con temor. Su mirada sin embargo era tan extraña… había incredibilidad, miedo, dolor…
-¿Estás aquí?- me preguntó en un susurro. Como respuesta le toque la mano que tenía e mi mejilla. -¿por qué?
-Porque todos estábamos preocupados. Desapareciste…- le expliqué con dolor.
-Bella yo lo siento, debí creerte sobre Nicole. Vivía con una psicópata en casa y lo peor obligué a mi hijo a hacerlo y si hubiese llegado a pasar algo yo….- le corté poniendo un dedo en su boca.
-Hablaremos luego. Vete a dar un baño caliente, estás helado. Yo mientras prepararé la cena.
Edward se limitó a asentir y me quito las manos de encima con una expresión de ¿pesar?
Comencé a hacer la cena con los pocos alimentos que había allí. O sea arroz blanco cocido y tomate frito en conserva. Para beber no teníamos agua embotellada y a del grifo no era portable pero en el salón había una gran vitrina llena de vinos. Cogí uno al azar de la cosecha del 2005. Solo pensé que no fuese uno de los vinos que Carlisle tiene reservados para él.
Estaba descorchando la botella cuando Edward llegó a la cocina. Le eché un rápido vistazo. Llevaba pantalones de chándal que imitaban al plástico y un jersey de lana bastante grueso que era ideal para el frío de Forks.
Se acercó hasta mí y me quitó el saca-corchos de las manos para continuar haciéndolo él.
-Huele bien. ¿Había comida en la despensa?- preguntó como si fuésemos la pareja que éramos antes.
Yo me sonrojé, algo que llevaba sin hacerlo bastante, y bajé la mirada mientras asentía. Volví a estar consciente de la situación cuando nos fuimos a sentar en la mesa y vi un rastro de sonrisa en su rostro.
-¿Ya es luego? –preguntó mientras esperaba a que el arroz que había cogido en el tenedor se enfriase.
-Supongo- me limité a contestar.
-Bien…- comenzó suspirando y dejando el tenedor en el plato- yo… siento mucho el no haberte creído hace dos semanas cuando fuiste a casa para abrirme los ojos. Pero Nicole nunca demostró ser una mala persona frete a mí.- hizo una pausa por si quería añadir algo pero continuó rápidamente- pero el otro día sin querer me encontré con la carpeta azul que traías ese día y no pude evitar leerlo. Y dios… no sabes cómo me arrepentí en aquel momento de no haberte creído, de haber puesto los celos como la causa de que te comportaras así, pero sobre todo me arrepentí de haber hecho convivir a nuestro hijo con una persona como ella y de que por su culpa me comporté así contigo las últimas veces que nos vimos.
-¿Por su culpa?- pregunté de forma ahogada quitándome una lágrima de la mejilla.
-Sí, por su culpa.- me contestó mientras se inclinaba más hacia la mesa quedando así nuestras caras más cerca- ella me llevaba a… ‘’castigarte’’ por tu… engaño- soltó la última palabra como si fuera un insulto.- y yo fui un imbécil, por dejarme llevar y manipular y todo es mi culpa.- agachó la mirada impidiéndome verle el rostro. Mi instinto me llevó a su lado arrodillándome junto a él y levantándole la cabeza para poder verle. Él también estaba llorando. Solo una mirada bastó para que las lágrimas que habíamos derramado se convirtieran en ríos que recorrían nuestros rostros. Y de un momento a otro los dos llorábamos sin consuelo en suelo, abrazados y apoyados contra el lavavajillas. Había algo bueno en nuestras lágrimas y es que sin darnos cuenta habíamos comenzado a hacer lo que tanto hemos deseado estos meses, sanar.
No sé el tiempo que transcurrió pero cuando dejamos de llorar me aparté de su agarre para ponerme en frente suyo. Era hora de que hablase yo.
-Bella no sabes cuánto siento haberte provocado el ataque de ansiedad y…- le callé de nuevo poniendo un dedo en los labios.
-Tú no fuiste fue Nicole. Ella fue la que amañó todo para que pareciera que tú querías quitarme a Ethan y así yo pudiese odiarte.
-Pero no te odio Bella- me confesó exasperado- y sobre lo que pasó en el restaurante… sabes que no me das… que no… eso. No me hagas repetirlo me cuesta volver a pensar en ello. Sabes que no podrías, tú me has dado lo más importante en la vida a Ethan. Y volvería a pasar por todos los malos ratos y todo el dolor- baje la cara al saberme responsable de ese dolor, pero él me la levantó poniéndome dos dedos en la mandíbula- si al final de todo estuviese Ethan…- le callé levantando la mano.
-Ahora me toca hablar a mí- anuncié- todo. Todo esto que ha sucedido, ese día en tu oficina, en el juzgado, el día que viniste a mi casa, luego Nicole y todo lo que acarreo, todo es mi culpa.- Edward intentó protestar pero se lo impedí volviendo a taparle la boca con mi mano- porque fui yo la que te fallé a ti. Porque no supe ver lo que tenía ni… iba a decir conformarme pero esa no es la palabra adecuada. Porque conformarte es cuando quieres más y no lo puedes conseguir y por tanto te resignas pero yo no puedo hacerlo porque tenía todo Edward. Todo. Y lo perdí por ser una inmadura. Y es mi culpa; tu dolor, tus momentos depresivos y en los que no veías la luz al final del túnel, hasta que Nicole haya llegado a tu vida. De eso también soy culpable.
-Sé que te lo he dicho un millón de veces pero creo que hasta este momento no he sabido lo que significaba, ni la fuerza que albergaba esa palabra pero lo siento, de verdad que lo siento. Estoy arrepentida y quizás tú no me tienes asco porque eres un hombre maravilloso pero yo a mi misma sí.- le confesé mientras él no apartaba la mirada de mí. – y necesito tu perdón aunque no lo merezca. Necesito que me perdones, me encantaría poder borrártelo de la memoria pero no puedo. Y me siento culpable porque mi error nunca te va a dejar ser como eras antes, siempre vas a desconfiar y cuando encuentres a la mujer indicada para ti, también vas a desconfiar de ella aunque ella no se lo merezca y…
-Tú ya has hablado suficiente y ahora de nuevo es mi turno.- puso ambas manos sobre mis mejillas para que no perdiese ningún detalle de su futura confesión. – puede que tenga ese problema con la mujer indicada para mí, pero si ella se perdona a si misma todo será más fácil- no podía verme en un espejo pero estaba segura de que mis ojos estaban completamente abiertos.- Bella si de alguna manera lo de Nicole fuese culpa tuya, cosa que no es, al menos sabemos que ha servido para algo.
-¿P-Para qué?- pregunté.
-Para hacerme ver una cosa. Y es que no puedo llenar tu lugar con otra mujer, solo puedes ser tú, solo debes ser tú, solo te quiero a ti.- Edward esbozó una tímida sonrisa que contrastaba con los ríos secos de sus lágrimas en sus mejillas. Me quede tan perdida en el recuerdo de sus últimas palabras que no me había dado cuenta de que la sonrisa de Edward se había borrado, y que sus manos ya no estaban en contacto con mis mejillas.
-¿Qué haces Edward?- pregunté cuando vi que se levantó del suelo y caminaba en dirección al salón.
-Bella te acabo de confesar algo que me lleva matando toda la semana y te has quedado callada. Si no querías darme falsas esperanzas no deberías haber venido a buscarme. – confesó mientras se volvía a dar la vuelta. Mis piernas, que estaban dormidas debo añadir, se despertaron y comenzaron a correr hacia Edward chocándose contra su espalda.
-No es eso Edward, es solo que no lo esperaba. Estaba convencida de que me odiabas cuando he llegado a Forks y créeme que estar contigo es lo que más deseo.- No vi el movimiento de su cuerpo al darse la vuelta pero de un momento a otro sus brazos me rodeaban y estaba entre la encimera y su cuerpo y su boca junto a la mía.
Su beso fue igual a como los recordaba. Dulcemente exigente, parecía que intentaba llegar hasta el fondo de mi garganta peor sus movimientos eran dulces. Sus labios y los míos se acariciaban tiernamente reconociéndose y nuestras lenguas se enroscaban juntas con la misma sincronización que hace meses.
Mis manos bajaron desde sus hombros hasta sus nalgas tocando todo lo que se ponía en el camino. Las apreté contra mí suavemente y Edward soltó un gemido que nos hizo separarnos y así volver a respirar. Apoyé mi frente contra la suya mientras respirábamos agitadamente y él me subió a la encimera pegándonos más si cabe.
-¿Cómo te sientes?- me preguntó.
-Como si hubiera retrocedido nueve meses y a la vez hubiesen pasado años desde la última vez que te bese.- confesé. Él esbozó una sonrisa y me dio un suave beso en los labios, tan solo un roce.- pero Edward tengo que aclararte varias cosas- su mirada se apagó levemente y se apartó unos simples centímetros de mí pero que se me hicieron hectáreas.
-No, Edward. No es nada de eso es sobre Ethan.
-¿Está bien?, ¿le ha pasado algo? Dios llevo tanto sin verle.- me dijo mirándome fijamente.
-Está perfectamente pero esto- dije señalándonos- me gustaría que nos lo tomáramos con calma. Ser amigos, confidentes, volver a la relación que teníamos antes en el terreno emocional, volver a confiar. Tú me has hecho daño y yo te he hecho daño. Va ser duro, ¿lo sabes verdad?- él sintió con gesto serio- por eso prefiero que lo guardemos solo para nosotros de momento. Sobre todo que Ethan no se entere, él estaría feliz de ver a papá y a mamá juntos de nuevo pero, ¿y si falla? Le destrozaría y es muy pequeño.- le expliqué mi punto de vista con el máximo tacto posible.
-Lo entiendo y comparto tú decisión pero hay una cláusula del contrato que no has comentado y me es de vital importancia saberlo.- me dijo subiendo y bajando la mano por mi brazo.
-¿Cuál?- le pregunté en tono alegre.
-¿Puedo besarte mientras la prueba sale a flote?
-Siempre que quieras- le dije pasando la punta de mi lengua sobre su labio inferior- tan solo que delante de Ethan, ni de la familia no podemos hacerlo. Y por favor, sé que has dicho que me perdone a mí misma, pero no puedo. Déjame enmendar mi error ayudándote, déjame ganarme tu confianza, déjame ayudarte a sanar y cuando vuelvas a estar completo, ese será mi perdón.
-Uhummm- dijo antes de volver a besarme.
-Edward un momento hay otra cosa que no te he dicho.- le dije separándole de mi cuerpo un poco.
-¿Qué pasa ahora?- me preguntó en tono cansado y divertido.
-Tienes que llamar a tu hermana y a tu hijo. Todos están muy preocupados por ti- le dije dándole con el dedo índice en el pecho.
-Oh de acuerdo- dijo como si se acabase de acordar de que tenía familia y realmente creo que fue así.- pero después- dijo antes de volver a besarme.
Edward llamó a Alice y de paso habló con Ethan, yo también tuve que ponerme al teléfono porque no se creía que estuviese con su padre. Luego llamó a sus padres y finalmente pudimos cenar poniéndonos al día en nuestras vidas para poner el broche de oro, aquella noche volví a dormir rodeada por el calor de mis brazos favoritos, pegados como lapas y felices hasta límites insospechados. Esa noche no hicimos el amor, ni siquiera hubo leves roces pero sin embargo, entrará dentro de mis noches predilectas.