domingo, 8 de enero de 2012

capitulo 16

Capítulo 16

Levaba un mes en Nueva York y una gran capa de nieve cubría cada centímetro de la ciudad. El fin de semana pasado había estado en Seattle con Ethan. Hablé con Alice y me dijo que Edward seguía en sus trece con Nicole aunque parece que últimamente iba más a casa de Esme. Eso me complacía, si eran ciertas las suposiciones de Alice sobre Nicole, lo mejor que podía hacer era estar con su familia y así desintoxicarse de Nicole.
El curso iba bastante bien y había conocido a muchas personas con culturas distintas, estaba creciendo culturalmente y como persona también. Intentaba evitar pensar en Edward, sus palabras aún dolían pero por mucho que Edward quiera que le olvide o le odie siempre va a ser el hombre que más amo y el padre de mi hijo y contra eso, ni si quiera el mismo va a poder evitar que lo piense o lo sienta.
Todas las noches estaba inquieta pensando en Ethan. Sabía por Alice que Nicole no vivía en casa de Edward pero sí que se quedaba algunas noches. Me engañaba pensando en que solo dormían pero desde luego, no era así. Tenía miedo  de  que si Nicole manipulaba a Edward contra mí también lo hiciese con mi hijo y con él más fácil aún, ya que solo tiene tres años. Solo me calmaba Alice, me había asegurado que Nicole trataba a Ethan como si fuese su propio hijo. Y que Ethan no era muy abierto con ella, ya fuera por vergüenza o porque había visto algo que no le parecía normal. A pesar de sus tres años, Ethan era demasiado inteligente.
 Ahora estaba dando un paseo por la 5ª avenida viendo el ambiente de Nueva York. En Nueva York me sentía como en mi casa, aquí había estudiado mi carrera, conseguido mi primer trabajo, había conocido a Edward… mis pies llegaron por si solos al metro. Si Nueva York era una ciudad de contrastes el metro que la recorría no podía ser de otra manera. En él te puedes encontrar desde mendigos hasta la gente que vive en el Upper East Side y que con tan solo uno de sus trajes podría alquilar una casa para el mendigo.
Llegué al barrio de Tribeca y caminé un par de calles hasta parame en un portal con el típico  toldo alargado con forma de semicírculo.
Nuestro piso.
Ahora que estaba aquí necesitaba subir, miré en mi bolso si tenía las llaves del piso. Estaban las de mi piso, las de la casa de Seattle, las de la casa de mis padres… resignada entre al portal con la esperanza de que el portero me abriera.
El hombre que estaba detrás del mostrador tenía el pelo rapado, llevaba un uniforme azul marino de chaqueta y pantalón y una camisa blanca. Estaba de espaldas escuchando un partido de baseball por la radio.
-Mmmm disculpe.- llamé su atención.
Se dio la vuelta y ¿cuál fue mi sorpresa? Era Sam. Ese hombre de unos 40 años llevaba trabajando allí más de 20, su padre era el antiguo portero y cuando se jubiló le cedió el puesto.
-¿Señora Cullen?- preguntó anonadado
-¡Sam!- salió del mostrador y me dio un abrazo de bienvenida.
-¿Qué hace aquí? ¿Está aquí su marido?- preguntó mirando hacia la calle.
-No, he venido yo sola- decidí no contarle que ya no era la señora Cullen. Solo iba a ver el apartamento y seguramente no le volviese a ver- estaré en Nueva York algunas semanas más con unos amigos y me gustaría ver el piso pero no he traído las llaves. ¿Puedes abrirme por favor?
-Desde luego. ¿Era el octavo C, no?- preguntó rebuscando entre llaves.
-No, era el octavo G- aclaré
-Aquí las tiene- dijo entregándome una llave con un trozo de plástico donde ponía el piso.- recuerde devolvérmelas.
-Gracias, solo estaré un rato.
Subí en el ascensor hasta el piso ocho y caminé todo el pasillo en adelante hasta llegar a la letra G. Abrí la puerta  tras dar tres vueltas a la cerradura y me recibió el olor a cerrado con grandes capas de polvo. Los muebles estaban tapados con sábanas o con plásticos y todo tomaba un tono azulado debajo de la luz de la luna y luces de los vecinos.
Encendí la luz y todo cobró vida. Retiré las sábanas, los plásticos, todo. Estaba tal cual lo recordaba y eso que hace dos años que no piso por aquí. Cuando nos mudamos a Seattle pensamos en venderle pero sentíamos que sería como vender nuestros recuerdos y decidimos dejarle para cuando necesitásemos unas vacaciones. Antes solíamos venir mucho pero desde que nació Ethan creo que solo hemos venido una o dos veces.
Cuando llegué al dormitorio los recuerdos comenzaron a quemarme el pecho. En esa cama fue nuestra primera vez, nuestra primera reconciliación, muchas mañanas de sábados tumbados dejando pasar el tiempo sin hacer nada pero estando juntos.
Acaricié el espacio de la cama donde dormía Edward. Había pasado tanto tiempo… y tantas cosas… que todo lo que vivimos en Nueva York lo sentía como un sueño lejano.
Dos horas después volví a mi apartamento, el que compartía con Ángela y otras dos chicas más que trabajaban conmigo.
-¿Bella dónde has estado?- me preguntó Jess.
-Viendo Nueva York.
-Te has perdido todo. Dios el musical ha sido tan conmovedor…
-Bella, ven un momento- me llamó Ángela de forma seria desde nuestra habitación. Porque sí, compartía habitación con Ángela ya que solo había dos habitaciones.
Llegué hasta el dormitorio y encima de la mesilla de Ángela había un sobre alargado. Lo cogí y el remitente venía de Seattle.
-Es algún asunto judicial. No sé de que se tratará pero no quería que Jess ni Lauren se enterasen.
-Gracias Ángela- dije mientras esta salía y cerraba la puerta dándome intimidad.
Leí la carta con detenimiento. Al principio no lo podía creer así que la leí una segunda vez para quedarme aún más sorprendida.
Puede que Nicole manipulase a Edward a su antojo pero no puede ser tan gilipollas como para hacer esto. La carta era una orden judicial que no me permitía acercarme a menos de 200 metros de Ethan y por lo tanto la custodia la tenía Edward completamente. No, NO, NO y no. Edward no me va a quitar a mi hijo, es mío.
No sé como lo hice, porque estaba en estado de shock, pero hace dos horas estaba leyendo una carta judicial, la cual iba en mi bolso de mano, y ahora estaba en el aeropuerto esperando para facturar el equipaje. Iba ir a Seattle a cantarle a Edward las cuarenta, ya me daban igual sus insultos o incluso si quería golpearme. Solo iba pensando en una cosa, no iba a quitarme a Ethan.
Mi error fue engañarle pero más de una vez me ha dicho que nunca alejaría a Ethan de mí, que no sería bueno para él. ¿Entonces porque ahora hacía esto? Si era por culpa de Nicole la iba a matar con mis propias manos y después a Edward por ser tan influenciable.
Para colmo mi avión salió con retraso salí a las 12 de la noche y llegué a Seattle a las 9 de la mañana. Fui a mi piso, dejé las maletas y cogí un taxi para ir a las oficinas de Edward. Pasé el control de seguridad del rascacielos sin hacer mucho caso y subí al ascensor. A medida que avanzaba en altura subía mi rabia y desesperación. Parecía que estaba asimilando lo que la carta decía a medida que el ascensor ascendía. Cuando llegué a su piso lloraba desconsoladamente y corrí hasta su despacho.
Solo podía ver la puerta doble de su oficina pero la veía en rojo por la rabia. Corrí hacia ella  e ignoré las voces de Alice saludándome y pidiéndome explicaciones. Abrí la puerta y estaba sentado en su sillón mirando unos papeles. Cerré de un portazo y antes de que levantara la vista estaba sobre él tirando todos los papeles que estaban encima de la mesa al suelo.
-¿Se puede saber qué coño te pasa?- dijo levantándose y caminando cabreado hacia mí.
-Me pasa que eres un jodido cabrón. Eso me pasa- le grité entre sollozos y comencé a golpearle el pecho. Estaba histérica, los nervios me podían y me temblaban las manos.
-Estás loca.- me dijo dando voces.
No le contesté y me limité a sacar la carta el bolso pero me temblaban tanto las manos que al final tiré todo el contenido al suelo. Me agaché a por la carta y se la tiré al pecho con todas mis fuerzas. No le hice daño ya que solo era papel. La cogió al vuelo y la comenzó a leer con el ceño fruncido. Antes de que terminara la poca calma que había conseguido se fue y le di con el bolso en la cabeza.
-Te odio, te odio, te odio- dije llorando a moco tendido- Ethan es mío, mío y no me le vas a quitar. No lo harás. Si quieres que te odie lo has conseguido, pero Ethan se queda conmigo.- le grité mientras le golpeaba en el pecho y una expresión de dolor se instalaba en su rostro.
-Bella yo no he hecho eso. Te prometí que no te le quitaría, debe haber algún error- me intentó explicar mientras yo seguía golpeándole.
-No hay ningún error- le grité y le di un tortazo.-Aun que ya no estuviésemos casados pensé que te conocía- le dije en un susurró mientras el sonido del último golpe se quedaba en el aire- pero no es así. ¿Quién coño eres Edward? ¿Quién? ¿Quién te ha hecho ser de esta forma? ¿Nicole?- le volví a gritar.

-No la metas a ella en esto- después de mis preguntas sin respuesta parecía que el Edward que conocía había vuelto pero fue nombrarla y volvió el otro Edward.
-Siempre pensé que tú estabas de mi parte y yo de la tuya. Y me niego a verlo de otro modo pero… me doy cuenta de que las cosas no son así- seguí llorando por la desesperación. Porque hace un año nunca hubiese pensado en esta escena.- Me das miedo Edward- le confesé. Me agarró de los brazos para acercarme a él y no pude evitar recordar lo que pasó la última vez que estuve aquí como tampoco pude evitar empezar a temblar y a llorar más fuerte.
Recuerdo que temblaba mucho. Las ventanas comenzaron a dejar de ser rectas para ser curvas, las manos de Edward ya no me sujetaban, estaba un poco más lejos de mí observándome. Eso fue lo único que vi antes de  que todo se volviera negro.
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