lunes, 2 de abril de 2012

capitulo 23

Capítulo 23

Bella Pvo

Desperté totalmente desorientada, en una cama desconocida y familiar al mismo tiempo en una habitación que siempre catalogaría como mía. Y no solo porque puse el 100% de mi persona en la decoración, sino porque mi vida o al menos la parte más importante de esta estaba escrita sobre este colchón, en los rallones del cabecero y en las manchas de la alfombra que tan solo eran visibles si le prestabas especial atención.

Con un suspiro me di la vuelta y volví a cerrar los ojos para disfrutar del poco tiempo que me quedaba antes de levantarme. Sonreí al respirar el aroma característico de Edward… espera de Edward. Y la conciencia llegó a mí.

La discoteca, Laurent, el enfado, Tania, la charla, el sexo… ¡o dios mío! Ayer Edward y yo volvimos  a hacer el amor y después de eso…

Levanté la cabeza rápidamente y tuve que volver a apoyarla debido al mareo por levantarme tan rápido. Más despacio me levanté de la cama, apoyé la espalda en el cabecero y busqué a Edward por la habitación, solo encontré el sonido de Gotta Be Somebody de Nickelback proveniente de la puerta entornada del baño.

Me levanté sigilosamente de la cama y comencé a buscar ropa en la cómoda que sorprendentemente no había nada. No podía ponerme la ropa de anoche porque estaba mojada e incluso la ropa interior, sino recuerdo mal, rota.

Estaba dando vueltas por la habitación buscando ropa cuando no me di cuenta de que la puerta del baño que estaba entornada se abrió completamente dejando pasar el vapor del baño hacia la habitación. Continué buscando ropa de Edward  en la cómoda que me pudiese valer, sin éxito.

-¿Qué estás haciendo?- la voz de Edward me alarmó y me provocó un pequeño sobresalto. Me giré para mirarle a la cara y me lo encontré con los brazos cruzados, apoyado en el marco de la puerta y con el ceño fruncido- ¿qué haces?- me volvió a preguntar.

-Buscar ropa. La de ayer está mojada.- le expliqué.

Él desdoblo los brazos y caminó hacia el armario pero no relajo el ceño.

-Está aquí- me explicó- como antes- me informó con una sonrisa la cual yo no le correspondí. No podía explicar el por qué pero tenía una sensación extraña que me hacía actuar de esta manera, como poniendo una barrera entre ambos.

Caminé hacia el armario y pasé a su lado sin dedicarle una simple mirada. Escogí un pantalón de yoga y un jersey de punto bastante ancho. Y los dejé en la cama para ponérmelos.

-¿Se puede saber qué te pasa?- me preguntó un ofuscado Edward.

-Nada… simplemente podrías…- le medio dije y terminé mi oración girando mi dedo índice para que viese a que me refería.

-¿Qué si podría darme la vuelta?- preguntó entre sorprendido y confundido.

Asentí.

Él soltó una breve y sonora carcajada para luego mirarme con toda la seriedad del mundo.

-No- dijo solemne.

-¿No?- pregunté medio en trance.

-No.

-Por favor…

-No, Bella, no. Te he visto desnuda casi tantas veces como tú misma, te conozco a la perfección y esto lo veo una cosa absurda. Además no sé qué coño te pasa…- paró un momento para mirarme repentinamente y de un momento a otro sus ojos pasaron de la confusión al entendimiento y finalmente al enfado- te arrepientes.

¿Qué? ¿Cómo?

-¡No!- le dije elevando la voz- desde luego que no.

-Oh sí, lo haces. Pero no logro entender el porqué.

-Porque no lo hago. No me arrepiento, de nada- le aseguré mientras llegaba a su lado. Puse mis manos en sus bíceps y me alcé de puntillas para darle un suave beso en los labios- pero me he levantado con una sensación rara.

-¿Cuál?- preguntó mirándome sin el ceño fruncido por primera vez en toda la mañana.

-No sé describirla, es como si nos fuésemos a separar de nuevo. Por eso estoy en alerta y no me confió, no lo sé. No me hagas caso lo más seguro es que me esté volviendo paranoica.

Edward me hizo quitar mis manos de sus bíceps para abrazarme contra su pecho y me susurro

-No tengas miedo, ahora todo está bien- asentí dejándome convencer por sus palabras. Me besó de forma dulce haciéndome olvidar todos mis pensamientos pesimistas sobre nosotros.

-¿Te apetece darte una ducha?- me preguntó separándome levemente de su cuerpo para mirarme a los ojos y yo me limité a asentir con la cabeza.

Nos duchamos juntos, bueno Edward  se limitó a volverse a mojar, y después bajamos a desayunar.  Edward puso la mesa y vio las noticias mientras que yo preparaba el desayuno que constaba de huevos revueltos, zumo de naranja y un café bien cargado porque a pesar de todo los dos teníamos algo de resaca. Más tarde fuimos a casa de Esme a comer y recoger a Ethan que como siempre que dormía en casa de los vuelos estaba revolucionado y no paraba de hablar y gritar.

La peor parte fue al final de día. Yo estaba indecisa en que hacer, me quedaba a dormir o me iba a mi casa. El haber hecho el amor de nuevo había cambiado las cosas entre nosotros.

Esperé al pie de las escaleras a que Edward bajase de acostar a Ethan y tratar el tema entre los dos.

-¿Qué haces aquí sentada? Vamos al salón- me dijo una vez que bajó de la habitación de Ethan, el ya tenía el pijama puesto.

-Edward espera… yo no sé. Lo que pasó anoche significa que ¿puedo… volver… a casa?- pregunté sin atreverme a mirarlo directamente a la cara.

Su silencio quizás duró unos pocos segundos pero a mí se me hicieron eternos.

-No, no puedes- contestó. Yo contuve la respiración y sin volver a mirarle me dirigí hacia la puerta teniendo una batalla interna contra mis lágrimas que pugnaban por salir- no puedes más bien debes- terminó de decir mientras me agarraba del brazo evitando que me fuera.

Me besó apasionadamente y antes de que nos diésemos cuenta estábamos tumbados en la alfombra del salón frente al fogón y nuestra ropa estaba esparcida por el suelo.

Edward volvió a hacerme el amor pero esta vez de forma más ruda y fuerte lo que hizo que llegase mucho antes al orgasmo. Mientras tocábamos el cielo y veíamos el sol y toda la vía láctea repitió incontables veces que me quedase, que era su mujer, que tenía que estar a su lado y yo incapaz de formar una frase coherente en mi cabeza me limité a contestarle con monosílabos y con besos que intentaban traspasar las barreras de mi corazón y las del suyo haciéndole sentir el mismo amor que yo sentía en mi corazón y que era únicamente por él.

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Desde ese día mi rutina cambió. Hacía dos semanas que no pasaba por mi apartamento pero tampoco lo echaba de menos. Tan solo había ido al día siguiente para recoger toda la ropa. Ahora el armario estaba a tope entre mi ropa y la de Edward.

Ethan no cabía en sí de felicidad y aunque no lo dijese con palaras sabía que se debía a que sus padres estaban juntos de nuevo.

Un día en el que Edward nos fue a recoger al parque donde estaba con Rose me vio sostener a la pequeña Hayden e intercambiamos una mirada llena de añoranza. Nunca habíamos hablado de cuántos hijos queríamos tener y después de tener a Ethan tampoco nos lo planteamos porque no podía quedarme embarazada a menos hasta dentro de otros dos años. Y después pasó todo el episodio de Laurent y demás y aunque yo sabía que esa mirada significaba que un bebé ahora le haría mucha ilusión también sabía que no era el mejor momento.

Apenas volvíamos a vivir juntos y las cosas habían cambiado, nosotros habíamos cambiado y teníamos que acostumbrarnos de nuevo a nosotros antes de acostumbrarnos a una nueva personita en la familia.

A pesar de todo no hablé del tema con Edward cuando llegamos a casa. Aunque el imaginarme a mí embarazada de nuevo me trajo un recordatorio.

El primer día que Edward y yo volvimos a tener relaciones no usamos protección y el segundo tampoco. A partir de ahí sí que recuerdo a Edward poniéndose o quitándose el condón. Miré el calendario y comencé a contar días.

Resulta que aquellos pequeños lapsus habían sucedido al principio de mi ciclo menstrual por lo tanto las posibilidades de quedarme embarazada eran bastante improbables. Cruzando los dedos y rezando a todo dios que alguna vez hubiese oído hablar de él rogué por no haberme quedado embarazada. Aunque como había prometido a Edward la semana que viene iría al ginecólogo para volver a tomar las píldoras y librarnos de usar el molesto condón.

Salí de mis pensamientos cuando alguien me azotó en el culo fuertemente. Era Edward.

-¿Dónde estabas? ¿Te has ido de vacaciones durante unos minutos?- preguntó mofándose de mí.

-Sí más o menos- volví a lo que estaba haciendo, volver a pegar las fotos que Nicole rompió en un nuevo álbum, hasta que llegué a las más… picantes. Eran fotos de una época en la que a Edward y a mí nos picó la curiosidad y nos dio por hacernos fotos desnudos e incluso una vez nos grabamos mientras hacíamos el amor. Creo que ese DVD pasó a mejor vida, juraría que Edward se lo dio a Charlie para que lo pusiera en los árboles frutales del jardín y evitar así que los pájaros picasen la fruta. Ese día juré matar a Edward. Ni siquiera estábamos casados, seguía siendo la niña de papá.

-Edward mira estas- dije lanzándole el sobre que las contenía.

Él abrió el sobre y al ver de qué fotos se trataban una sonrisa se instauró en su rostro.

-No deberíamos haberlas restaurado- me dijo mirándome con picardía.

-Sí desde luego que vergüenza- le dije llevándole la razón.

-Deberíamos hacer unas nuevas-propuso tan tranquilo mientras que a mí se me cayeron las fotos que tenía en la mano.

-Buen chiste Edward. Ahora somos personas maduras, además mi cuerpo no es el mismo. Ahora no sería capaz de hacerme fotos desnuda y volver a verlas después. Además imagina que un día a Ethan le da por ver fotos, ¿qué le decimos?- le contesté.

-¿Pero qué dices?, nuestros cuerpos están mejor ahora que entonces. Tus curvas están más definidas y tu rostro ya no tiene ni rastro de la niñez y qué decir de mí… ¿has visto que bíceps?- dijo flexionando sus brazos.

-¿Tú no tienes abuela verdad?*- le pregunté.

-Vamos Bella será divertido- dijo levantándose del sofá.

-Mmmm no sé- le contesté a la vez que él me cogía en brazos.

-Eso para mí es un sí.

-De acuerdo pero… no me dejes verlas- él me apretó más contra su cuerpo y me dejó caer. Soltamos una sonora carcajada ambos mientras que yo desabrochaba sus vaqueros lo justo para introducir mi mano y tocar su miembro. Él comenzó a introducir su mano por mis pantalones hasta llegar a mi sexo y comenzó a pasar la mano por él repetidas veces. Un fuerte ruido nos hizo separarnos a ambos y volver a colocar nuestras ropas antes de subir a la habitación de Ethan.

El pobre estaba llorando desconsoladamente en su cama y tenía una mano en su oído. Le cogí en brazos y le llevé al salón dejándole sentado en mi regazo y su cabeza estaba apoyada en mi pecho. Edward trajo un vaso de agua e intentó calmarle pero no había manera de que parara de llorar.

-Eh Ethan, ¿cielo que pasa?- Ethan pareció que ni siquiera le escuchó y continuó llorando. Yo le mecía junto a mi cuerpo intentando calmarle pero a cada minuto parecía que lloraba más.

-Ethan si no paras de llorar no podemos saber que pasa corazón- le dije.

Edward le cogió de mi regazo y le apartó de su cuerpo un momento alzándole en el aire para poder observarle mejor y yo no vi nada nuevo en Ethan. Salvo que debido al llanto tenía la cara roja. Pero Edward parece que distinguió algo porque frunció el ceño y lo bajo de nuevo hasta mi regazo.

-¿Edward que pasa?- pregunté nerviosa.

-No para de tocarse el oído voy a por una linterna para ver mejor. Intenta que despegue la mano del oído.

Edward bajó al garaje a por una linterna mientras que yo calmé un poco a Ethan y finalmente conseguí que me diese la mano. Le miramos el oído detenidamente pero sin tocárselo porque le dolía mucho. Así que a simple vista solo lo tenía un poco rojo. Le puse e termómetro, contra su voluntad tengo que añadir, y tenía treinta y ocho grados. Até cabos y llegué a la conclusión de que era lo que le pasaba a nuestro pequeño hombrecillo.

-Creo que tiene otitis.

-¿El qué?- me preguntó Edward sentado a mis pies mientras continuaba acariciando la pequeña espalda de nuestro hijo.

-Una infección en el oído. Voy a llevarle al médico- dije mientras me levantaba del sofá y dejaba a Ethan tumbado y cubierto por una manta menos en los pies.

Al llegar al pediatra tuvimos que esperar en la sala de espera bastante tiempo pero gracias a dios Ethan se durmió en el coche.

Lo desperté para entrar en la consulta y el doctor se ganó a pulso a Ethan. Le trató con mucha delicadeza y a la vez simpatía, se notaba los años de experiencia.

Efectivamente tenía otitis y nos receto unas gotas y un antibiótico y nos recomendó ponerle paños calientes en el oído para aliviar el dolor.

Estuvimos semana y media con la casa patas arriba. Por las noches Ethan dormía conmigo en la cama de matrimonio mientras que Edward dormía en la cama de Ethan. Los tres estábamos agotados, todas las noches los llantos de Ethan nos despertaban y no podíamos descansar hasta que las gotas hicieran efecto.

Ahora nuestra preocupación solo era Ethan, vivíamos en torno a Ethan. Si el niño dormía nosotros dormíamos, si lloraba nos desesperaba el no poder hacer nada para aliviarle el dolor, si comía nosotros comíamos… vinieron a verle Esme y Carlisle prácticamente a diario y Alice y Jasper que le trajeron polos y un juguete para que pasara mejor el mal trago.

Semana y media después la otitis esfumo y volvimos a nuestra vida. Ethan volvió a dormir en su cama  y no se despertaba por las noches, Edward y yo volvimos a tener vida de pareja y todo volvió a la normalidad.

Por la mañana me levantaba junto a Edward y mientras él se duchaba yo bajaba a hacer el desayuno. Desayunábamos juntos, él se iba a trabajar, yo limpiaba antes de que Ethan se despertase. Cuando Ethan se despertaba le vestía, le daba el desayuno, le llevaba a la guardería y luego me iba a correr por alguno de los maravillosos parques de Seattle durante hora y media. Más tarde iba a casa y preparaba la comida tan solo para meterla en un tuper y llevársela a Edward. Ahora que hacía mejor tiempo comíamos juntos en el parque de al lado de su oficina o sino comíamos en el restaurante de abajo. La cuestión era comer juntos.

Después de comer pasaba a recoger a Ethan y lo llevaba al parque para que aprendiera a hacerse amigo de otros niños ya que dentro de pocos meses empezaría el colegio y era bueno que aprendiera a relacionarse. A su vez yo hablaba con Rosalie, quien llevaba a la pequeña Hayden en la sillita, e incluso  a veces se nos unía Alice.

Luego llegaba a casa y continuaba jugando con Ethan si no estaba muy cansado, sino se solía dormir una media hora antes de que llegase Edward de trabajar y entre los dos le bañásemos en la bañera. Cenábamos juntos y cuando Ethan se iba a dormir Edward y yo aprovechábamos para hablar de que nos había pasado a cada uno  durante el día. A veces discutíamos, no todo era color rosa, otras simplemente nos acurrucábamos en el sofá y veíamos la tele y otras yo leía un libro en su despacho mientras él revisaba algún papel importante del trabajo. Mi momento preferido era cuando los dos nos metíamos en la cama y se apagaban todas las luces de la casa menos la de nuestras mesillas y nos demostrábamos con acciones cuando nos amábamos.

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-Bella

-Bella- oía una voz a lo lejos, como si hubiese paredes entre nosotros.

-Bella, despierta- esta vez  a parte de la voz también sentí que algo me rozaba el hombro izquierdo.

En contra de mi voluntad me estiré en la cama y sin abrir los ojos me puse en pie. Tan solo pude abrir un ojo cuando otra vez se cerraron pero esta vez en un movimiento involuntario.

-¡Bella!- ahora la voz tan lejana se oía muy cerca de mí, podía jurar que me llamaba al oído.

Noté como me alzaron en brazos y me volvieron a poner en una superficie blanda  y suave que se moldeaba a mi figura. De repente algo frío y húmedo me tocó la frente haciéndome abrir los ojos debido al contraste.

-¿Pero qué….?- empecé a preguntar cuando vi a Edward con una toalla empapada apoyada en mi frente y con cara de preocupación-¿qué pasa?

-Te has levantado de la cama y te has desmayado. Has estado inconsciente casi diez minutos- me explico Edward mientras cogía una de mis manos y me la ponía en la frente para que sujetase la toalla- voy a buscar el termómetro- dijo saliendo de la habitación.

-Está en la habitación de Ethan- le grité para que me escuchara.

Volvió a los pocos minutos con el termómetro en la mano y se puso detrás de mí para colocarme él mismo, el termómetro bajo el brazo. Me quedé apoyada en su pecho cómodamente hasta que el molesto ruido del despertador sonó. Con muchísimo cuidado, más del necesario, Edward sacó el termómetro de mi axila y se quedó observándole durante unos segundos.

-Tienes un poco de fiebre- dijo dándome un beso en la frente la cual seguía mojada.

Se quitó de detrás de mí para colocarse a mi lado de cuclillas en el suelo.

-Haremos una cosa. Te quedarás en la cama un poco más…

-Pero Edward estoy bien. Solo que me he levantado de la cama sin abrir los ojos.

-Te quedarás en la cama un poco más- continuó como si nunca le hubiese interrumpido- yo llamaré a Alice para avisarle de que voy a llegar más tarde. Llevaré a Ethan a la guardería y si luego te encuentras mejor vienes a buscarme a mi oficina para comer juntos. Si no me llamas y me lo dices, ¿de acuerdo?

-De acuerdo- contesté resignada.

Edward sonrió de lado, me dio un suave beso en los labios, volvió a bajar las persianas de nuestro dormitorio para que me volviese a dormir y se fue.

Desperté a las diez de la mañana como cualquier otro día. No había ni rastro del desmayo de esta mañana ni de la fiebre que tenía hace tan solo tres horas. Me puse mi bata blanca de raso y bajé a la cocina donde Edward me había dejado una nota;

‘’Llámame en cuanto te levantes. He llevado a Ethan a la guardería. Hay café en la cafetera y galletas con chocolate en la despensa. Te quiero’’



Con una sonrisa tonta en los labios me fui hasta el fondo de la cocina donde descolgué el teléfono inalámbrico y marqué el número dos que me comunicaba directamente con la oficina de Edward.

-Oficinas Cullen, ¿Qué desea?- la voz de Alice me saludo nada más descolgar el teléfono.

-Hola Alice, soy Bella. Quería hablar con Edward, está esperando mi llamada- la expliqué.

-Oh, hola Bella- dijo con voz más entusiasta y personal que cuando me cogió la llamada- ¿qué tal sigues? Edward me ha dicho que está mañana estabas con algo de fiebre y por eso ha llegado algo más tarde.

-Sí pero ahora estoy perfectamente. No sé que me habrá podido pasar.

-Espera que miro si Edward está solo o reunido con alguien- dejó el teléfono unos segundos mientras la música de espera, que debería ser para hacerte la espera más llevadera, me ponía de los nervios.

-Bella- era Edward.

-Hola cariño- saludé con una sonrisa pintada en mis labios.

-Tu voz suena bastante mejor- dijo alegre.

-Estoy bien. No sé qué ha pasado esta mañana pero sea lo que sea ya ha quedado atrás- le aseguré.

-Me alegro. ¿Has desayunado?- me preguntó como si fuese Ethan.

-No aun no don controlador. Me acabo de levantar y lo primero que he hecho ha sido leer tu nota y llamarte.

-Pues desayuna bien. Lo más seguro sea que te hayas desmayado por no comer bien, desde que Ethan estuvo malo no te he visto sentarte a comer en la mesa y quedarte así más de diez minutos.

-No sé… puede que tengas razón. De todas formas iré a la oficina a buscarte para comer juntos como todos los días, solo que hoy si no te importa preferiría no tener que cocinar- le pedí.

-No te preocupes, iremos a comer donde quieras pero no te acostumbres, sabes que me gusta la comida que tu cocinas.

-Lo sé.-admití con una sonrisa. Me encantaba que me recordase siempre que tenía ocasión lo mucho que le gustaba mi comida- Cuando esté llegando te hago una llamada perdida para que bajes, ¿de acuerdo?- le informé.

-Ajá. Adiós amor.

-Hasta luego Ed.- le despedí antes de cortar la llamada.

Al final desayuné un café, las galletas, el zumo y dos tostadas con una rodaja de jamón york.

Me dediqué a hacer la colada y poner otra lavadora mientras planchaba las camisas de Edward para esa semana y las sábanas de la cama de Ethan. Se me hizo la hora de irme y yo estaba sin ducharme y sin vestir. Me di una ducha rápida y me vestí con lo primero que pillé en el armario que no fuese ropa demasiado informal.

Corrí como una loca por las calles de Seattle hasta llegar a las oficinas de Edward donde para mi buena suerte no había ni un jodido hueco para dejar el coche así que di la vuelta a la manzana y aparqué una calle más abajo. Llamé a Edward pero colgué antes de que me cogiese el teléfono.

Caminé rápidamente hacia la entrada de su edificio donde un impaciente Edward estaba apoyado en la pared con las gafas de sol sobre su cabeza, moviendo un pie incansablemente y mirando hacia todos los lados.

Una sonrisa se extendió por sus labios cuando aparecí en su radio de visión y él se acercó a mí los pocos pasos que nos separaban. Me besó dulcemente en los labios y luego pensé que me besaba la frente pero solo estaba posando sus labios contra esta. No entendía lo que hacía hasta que se separó de mí con una sonrisa y me dijo;

‘’Ya no tienes fiebre’’

-Lo sé Edward. Te lo he dicho por teléfono- le contesté algo cabreada. ¿Es qué no le servía con que yo misma se lo dijese?

-Tranquila cariño solo quería asegurarme- me dijo mientras me cogía de la mano y nos alejábamos de su trabajo. Llevábamos varios minutos andando en un cómodo silencio pero sin dirección alguna.

-¿A dónde quieres ir a comer?- me preguntó haciéndome parar.

-Pues había pensado en un…- en casa había pensado en ir a comer comida china pero ahora que lo pensaba mejor…- me gustaría ir a un KFC y comer pollo frito pero crujiente- se me hacia la boca agua solo de pensarlo.

-Buena elección, ahora que lo dices me muero por comer el pollo rebozado así- tiró de mi mano haciéndome caminar más rápido que antes hasta llegar al KFC más cercano.

Edward pidió las tiras de pollo extra crujientes y yo las popcorn de pollo también extra crujientes, una mazorca de maíz asada y de postre pastelitos de manzana. No sé de donde he sacado tanto apetito pero me estaba muriendo de hambre y mi estómago gruñía cada vez que pensaba en comida. Edward me miró un poco sorprendido cuando oyó la cantidad de calorías que pensaba meterme al cuerpo pero no dijo nada.

Mientras esperábamos la comida le pregunté sobre qué tal le había ido en la oficina y si no le habían dicho nada por llegar más tarde a lo que le se limitó a contestar un ‘’ ¿Quién reclama a los jefes si llegan tarde? ’’

Cuando llegó la comida prácticamente me olvidé de que Edward estaba sentado en frente de mí. Ahora mi vida se reducía a la comida que había en la bandeja de color roja, que decía ‘’cómeme’’.

Escuché una risita a mi lado y miré a Edward frunciendo el ceño.

-¿Qué pasa?- pregunté dejando a un lado mi mazorca de maíz.

-Come despacio, nadie te lo va a quitar y tampoco quiero que te atragantes.

Avergonzada volví a comer pero más despacio. Juro que intenté  comer más despacio pero el hambre me podía y cuando el hombre humano tenía hambre no había nada que lo detuviese.

Me comí todo bajo la atenta mirada de Edward y luego volvimos a su oficina dando un paseo. Yo pasaba mi brazo por la cintura de Edward y él llevaba su mano en el bolsillo trasero de mi pantalón. Así llegamos hasta su edificio de nuevo y en la entrada le besé como si se fuese a acabar el mundo no importándome que casi todo el mundo que estaba por allí trabajaba para Edward y por lo tanto me conocían. Le besé de nuevo y nos separamos. Tenía un mal presentimiento y era como si quisiese pasar todo el tiempo posible con Edward antes de separarnos.

Recogí a Ethan de la guardería y cuando salimos me fijé que una madre también iba a recoger a su hijo, solo que este era un bebé. Al verlo se me vino una imagen a la cabeza. Yo, embarazada de siete meses, con un tripón enorme, pero con una sonrisa en la cara. Salí de mi ensoñación al instante meneando la cabeza para alejar las imágenes y me acorde de algo.

Debería haber ido al ginecólogo a por la píldora hace casi dos semanas pero como Ethan había estado malo se me había ido el santo al cielo.

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miércoles, 15 de febrero de 2012

capitulo 22

Capítulo 22
Bella PVO
Lloré, lloré y lloré por no sé cuánto tiempo sentada en esa acera. Ahora una  fina lluvia caía sobre Seattle. Mojaba las calles, los coches, las aceras, me mojaba a mí… mi vestido estaba completamente pegado a mi cuerpo, los mechones más cercanos al rostro los tenía pegados a mis mejillas y la visión era borrosa debido a las lágrimas y a las gotas de lluvia.
-¿Bella?- escuché una voz a lo lejos pero no me levanté de la acera ni me di la vuelta para ver de quien se trataba.- ¿Bella?- preguntó la misma voz un poco más cerca. La dueña de la voz se puso delante de mí mostrándome su identidad. No pude distinguirla bien pero la reconocí por lo llamativo de su cabello, rojo anaranjado. Era Victoria.
Finalmente levanté la cara hacia la lluvia y restregándome los ojos vi que ella se estaba cubriendo la cabeza con su pequeño bolso de mano verde esmeralda a juego con su mono de pantalón largo.
-¿Bella qué haces aquí? ¿Y con esta lluvia? ¿Y Edward?- la última pregunta provocó que mi llanto aumentase de volumen. Victoria abrió los ojos sorprendida, miró  a los lados para confirmar sus pensamientos- Ven, sube al coche. Te llevaremos a casa si sigues aquí cogerás una pulmonía.- me intentó levantar cogiéndome del brazo pero en un acto reflejo me zafé de ella y me puse en pie yo sola.
Victoria retrocedió un paso asustada por mi reacción pero en seguida me agarró del bíceps y comenzamos a andar.
Nos dirigimos al coche donde James tiró el cigarro nada más vernos y me ayudó  a mí y a su mujer a subir a este. El coche comenzó a recorrer las desiertas y húmedas calles de Seattle. Iba perdida en mis pensamientos, rememorando cada parte de los hechos hasta que una voz me sacó del trance.
-Para en el arcén cariño- dijo Victoria.
Su marido la obedeció sin chistar y paro al lado izquierdo, al lado de una tienda de deportes.
-¿Qué está pasando Bella?- preguntó Victoria girándose en el asiento del copiloto para verme. James tampoco paraba de mirarme a través del retrovisor.
-Edward… Edward se ha enfadado- dije entre hipidos.
-¿Por qué?- insistió.
-Estábamos en la mesa cuando llegó Laurent, empezó a sacar toda la mierda y Edward se fue….- dije todo rápidamente y sin hacer ninguna parada para coger aire.
-Bella no te he entendido repítelo más despacio por favor.
-No Vic, no me hagas repetirlo por favor- dije con un hilo de voz. De un momento a otro Victoria estaba en el asiento trasero abrazándome y tranquilizándome mientras ríos de lágrimas se desbordaban por mi cara.
 Nuestra conversación se basó en unas cuantas frases por mi parte, bastantes sollozos y por parte de Victoria palabras de ánimo animándome a hablar con Edward. Se me estaban cerrando los ojos cuando el coche paró finalmente en el barrio de Queen Anne donde se encontraba mi casa, mas no mi apartamento.
-Llegamos- anunció James con voz neutral. Victoria al ver mi indecisión miró a la casa donde seguramente estaría Edward y suspiró fuertemente.

 -James cielo mejor llévala a su piso, está en Green Lake- James asintió y arrancó de nuevo el coche en dirección opuesta. Por el espejo retrovisor vi como se iban quedando atrás mi casa, el volvo de Edward, mi vida, mi familia, mi hijo, mi marido…

¡Para!- grité a James que por el susto se sobresaltó y paro súbitamente. Debido a la fuerza del frenazo nuestros cuerpos se fueron hacia delante y caímos de nuevo en el asiento golpeándonos suavemente la nuca y la espalda.

 -¿Bella qué demonios haces?- preguntó Vitoria a mi lado cuando se recuperó del golpe.

 -Si me voy lo pierdo todo y no puedo perderlo todo. No puedo Victoria.

 -No te entiendo bien pero haz lo que creas que tienes que hacer.

 

-Gracias Victoria- la dije dándola un beso en la mejilla- James- dije dirigiéndole una mirada a través del retrovisor. Abrí la puerta del coche y corrí al exterior como si fuera una maratón. Antes de llegar a la verja del jardín Victoria abrió la ventanilla y gritó:

 

-Si necesitas algo llámame, da igual que hora sea- levanté los pulgares para indicarla que la había oído y el coche comenzó a desaparecer calle abajo.

 

Abrí la verja sigilosamente e igualmente la cerré. Caminé despacio hacia la puerta de entrada y cuando subí el pequeño escalón me congelé.

 

Se podían escuchar los ruidos de las hojas de los árboles mecerse suavemente por la brisa heladora de abril, podía escuchar a los animales del bosque que estaba a pocos metros de mi casa… podía escuchar muchos ruidos en el exterior pero del interior… nada. Una corriente de miedo pasó por mi cuerpo para quedarse en mi estómago e hizo que retrocediese cinco pasos de mi posición. Estaba decidida a irme e intentarlo mañana o tirar la toalla. De repente la valentía que había tenido en el coche de Victoria se había esfumado. Giré la cabeza para dar un último vistazo a la fachada de madera de la que siempre seria mi casa antes de desandar el sendero de piedra que llevaba a la puerta principal y abandonar mi casa.

 

Di un paso más, uno solo pero ninguno más. De repente la valentía volvió a mí y recorrí los seis pasos que había retrocedido hasta colocarme en la puerta. Cuando llegué a la entrada cogí las llaves y con cuidado las metí en la cerradura para no hacer ruido.

 

No había dado ni una vuelta cuando la puerta se abrió de repente asustándome. Tras ella estaba un Edward con los ojos rojos pero con la mirada atormentada. Di un gritó debido al susto pero Edward me silenció con su mano.

 

Nos quedamos mirando fijamente mientras su mano seguía en mis labios impidiéndome hablar. No sé cuánto tiempo estuvimos analizándonos el uno al otro pero sin yo esperarlo me llevó junto a él dentro de la casa  y me abrazó firmemente contra su pecho.

 

Al principio yo me quedé quieta en mi sitio y sin moverme con los brazos a cada lado de mi cuerpo pero poco a poco fui saliendo de mi aturdimiento y le rodee con mis brazos igual o más fuerte que él. Comencé a llorar en su pecho pero él no se dio cuenta hasta que no sintió mojada su camisa, llevaba la misma ropa que cuando dejó el club, y me separó de él en contra de mi voluntad.

 

Me agarró ambas mejillas con ambas manos para forzarme a mirarle a la cara pero mis ojos seguían enfocados en el suelo soltando lágrimas.

 

-Bella- me llamó pero aun así yo no levanté la mirada- Bella escúchame por favor.- fue en ese momento cuando su voz sonaba ronca, con dolor y arrepentimiento- lo siento, lo siento, lo siento- me dijo mientras me besaba la frente- siento mucho haberte tratado así hace unas horas, lo siento mucho y estoy arrepentido por ello…

 

-Edward… entiendo que no confíes en mí. La confianza es una cosa que se da con el tiempo y la nuestra nos va  a costar más de tres meses. Pero nunca vamos a confiar en el otro si cuando hay un problema no nos damos el beneficio de la duda.

 

-Yo lo sé Bella, pero tú estabas allí cuando se presentó ese… tu…- vi cuanto le dolía y le costaba recordar ese momento así que le callé poniendo mi mano en sus labios- me estaba provocando para que…- dijo cuando consiguió retirar mi mano de sus labios.

 

-Edward basta- le indiqué- tenemos que prometernos el uno al otro siempre darnos el beneficio de la duda por lo menos, pero en este caso es que no era necesario.

 

-No te entiendo- dijo alejándose de mí.

 

-Pues… que sí Edward, que yo entiendo que estés dolido, que no confíes en mí, pero… esta noche te has ido y me has dejado allí tirada por algo que yo no he podido evitar. El que Laurent estuviese allí y haya dicho todo eso no ha sido mi culpa pero aun así lo has tomado contra mí sin ni siquiera darme el beneficio de la duda. Te has enfadado conmigo por una cosa que yo no manejaba…

 

…fue mi falta engañarte, fue mi falta Edward… pero creo que ya estoy pagando por ella. Creo que el haber vivido todos estos meses separada de ti, separada de mi hijo, saber que a la persona que más quieres en el mundo la has dañado hasta límites que no sospechas y que te odia es un precio justo a pagar por el daño que te causé.

 

-Yo nunca dije que te odiara- me recordó Edward a un metro de mí, cruzado de brazos y sin perder detalle de mi confesión.

 

-Pero lo haces…

 

-No pongas palabras en mi boca que yo no he dicho- dijo elevando la voz.

 

-No lo has dicho pero cada vez estoy más convencida de ello. Y no te culpo porque es normal, porque lo merezco Edward. Ahora solo te estoy pidiendo que si de verdad me quieres de vuelta en tu vida que yo voy a dejarme la piel en el asfalto para volver a ser digna de ti pero que por favor no me pongas chinchetas en él porque quizás no lo soporte. Y yo no quiero volver a perderte, a tener que ver a mi hijo un número de horas específicas, no quiero volver a perderme, no quiero…- le confesé volviendo a llorar a mares. Él intentó acercarse pero extendí la mano hasta que toqué su cuerpo asegurándome así una cierta distancia.

 

-Pero juntos no nos vamos a volver a perder- dijo poniendo su mano sobre la mía, a la vez que esta estaba sobre su corazón-    porque no hay cosa que yo más quiera en el mundo que volver a tener a mi mujer de vuelta. Volver a entrar en casa y verte hacer la comida a la vez que vigilas a nuestro hijo, pasar las tardes compartiendo juegos con él, irme a la cama y dormirme abrazado a ti sabiendo que a la mañana siguiente vas a estar allí de nuevo, que no te vas a ir a media noche y no te voy a volver a ver hasta el día siguiente, volver a hacerte el amor…- susurró. La distancia que yo había impuesto entre nosotros quedó reducida a polvo con esa última frase. Me acordé de que hace unas horas en el restaurante me estaba planteando la posibilidad de volver a estar con Edward en todos los sentidos y que seguramente de no ser por Laurent ahora mismo estaríamos en nuestra cama, unidos, amándonos, recuperándonos…

 

Nos abrazamos de nuevo y Edward bajó su cabeza mientras que yo elevaba la mía para fundirnos en un beso lleno de ternura con sabor a perdón. Sin dejar de besarnos Edward se agachó hasta que pasó sus manos por mis pantorrillas y me cargó al estilo novia hasta nuestro dormitorio.

 

Me dejó suavemente en la cama y sin apartar la mirada de mis ojos comenzó a besar desde mi cuello hasta mi abdomen por encima de la ropa. Cuando llegó a mi estómago volvió a subir su boca por mi cuerpo pero acompañado de sus manos que poco a poco subían el vestido hasta que estuvo a la altura de mis pechos y me erguí en la cama para quitármelo. Edward me hizo un repaso en toda regla con su mirada y después me miró lleno de amor y pasión para volver a besarme.

 

Yo estaba como en una burbuja. No podía asimilar el que hace dos horas yo estaba tirada en una calle de Seattle llorando por su abandono y ahora estaba entres su brazos a punto de volver a ser su mujer. Completamente su mujer. Estaba tan perdida en mis pensamientos que dejé solo a Edward en la labor de amarnos y él lo tomó como otra sesión de casi-sexo y comenzó a alejarse de mi cuerpo. Por suerte le agarré rápidamente de la camisa antes de que se hubiese alejado demasiado y le hice girarse de tal manera que ahora era él el que estaba apoyado en la cama y yo estaba subida a horcajadas encima de él. Fui desabrochando cada botón de su camisa y besando cada parte de su pecho que era descubierta. Poco a poco la camisa estaba totalmente abierta y lo siguiente que tenía que abrir era el frio y brillante cinturón negro con la hebilla dorada. Comencé a desabrocharle el cinto ya retirárselo de las trabillas del pantalón pero él me volvió a girar para quedar yo apoyada en el colchón.

 

Como todo un experto y buen conocedor de mi cuerpo que era me quitó el sujetador en un solo movimiento liberando mis pechos. Mis pezones se irguieron de forma incontrolada cuando su vista se fijó en ellos durante un gran lapso de tiempo. Edward volvió a mirarme y puso su cabeza a la misma altura que la mía para besarme y a la vez mis pezones chocaron contra su musculoso pecho. De un momento a otro estábamos los dos de rodillas en la cama, Edward  detrás de mí. Notaba como la cama se movía debido a los movimientos que hacia Edward al quitarse el resto de la ropa. No quise darme la vuelta para no cortar la magia y de un instante el erguido pene de Edward me rozó las nalgas. Pegó un poco más su pelvis a la mía clavándome su erección mientras de un tirón rompía mi tanga.

 

Puso su mano entre mis muslos para separarlos y recordé que esta vez no era como las que recordaba. Esta vez Edward no me había estimulado antes de introducirse dentro de mi hasta el punto de que casi tenía un orgasmo, peor daba igual porque en este momento estaba tan mojada o más que si lo hubiese hecho.

 

Las manos de Edward sujetaron mis pechos desde atrás y yo volví la cabeza por el placer. Edward me besó la curva del cuello  mientras su miembro se colaba por el hueco que había entre mis muslos pero sin introducirse en mí. Yo pasé mi brazo izquierdo hacia atrás y rodee su cabeza agarrándole del pelo para mantenerle cerca de mí. Él comenzó a moverse hacia delante y hacia atrás, restregando su pene por mis labios y presionando con la punta mi clítoris.

 

-Mmmm- solté mientras apretaba sin poder evitarlo mi vagina.

Edward me dio la vuelta rápidamente y me apoyó en la cama completamente con mi cabeza encima de los cojines de adorno.

 

-Mírame Bella, mírame mi amor- me dijo a la vez que se introducía dentro de mí. Notaba como tiraban mis paredes debido a la falta de práctica pero a los pocos instantes se adaptaron en seguida a Edward. Compartimos una mirada y nos besamos de forma cariñosa y suave, cuando nos separamos nos volvimos a mirar y a sonreír. Estábamos juntos, ahora sí que lo estábamos. Éramos uno y nos amábamos. Edward comenzó a moverse dentro de mí impulsado por sus brazos los cuales estaban a cada lado de mi cabeza con las palmas extendidas sobre el colchón.

 

-Bella….Bella… eres mía.
-Completamente… tuya…
-Soy el único dentro de ti.
-Eres el único… - solté un jadeo cuando Edward aumentó el ritmos de las embestidas pero sin perder el contacto visual- que me ha hecho… el amor.
Continuó moviéndose dentro de mí y demasiado pronto para mi gusto mi vagina comenzó a palpitar y estrecharse en torno al pene de Edward.
-Espera Bella…- me pidió Edward aumentando aun más sus embestidas si era posible.
Intenté lo que me dijo pero me era imposible de controlar el orgasmo que corría por todo mi cuerpo para liberarse.
-Noo… no.. Puedo… ahhhhh- grité cuando sentí como me elevaba de la cama junto a Edward y flotaba durante escasos segundos para poco a poco volver a mi cuerpo.
Edward también se liberó en mi interior y cuando terminó comenzó a salir de mí pero no se lo permití.
-¡Bella!     
-Aún no te… salgas- le pedí. Volvió a introducir la porción de su pene que había sacado de mi interior y agotado apoyó su cabeza en mi pecho mientras ambos recuperábamos la respiración.
Cuando me vi con las fuerzas necesarias para mantener una conversación sin parar a tomar aire cada dos palabras lo llamé.
-Edward- le dije mientras acariciaba su clavícula con mi dedo índice.
-Mmmm- me contestó.
-Mírame- como si fuera una orden giró su cabeza y apoyó su barbilla en mi canalillo para mirarme a los ojos.
-Te amo- le dije mirándole con todo el amor que tenía para él, únicamente para él.
Él pestañeó durante varios minutos y cuando pensé que no me iba a contestar, se levantó saliendo de mí por completo lo que provocó que gimiera sin poder evitarlo y me agarró de la cintura levantándome de la cama hasta quedar de rodillas ambos y luego él se echó para atrás hasta apoyar su espalda en el colchón llevándome consigo.
-Y yo también te amo. Y no sabes hasta que límites si es que tiene límites- me respondió besándome de nuevo.
No sé como ocurrió pero de un momento a otro estaba de nuevo a horcajadas suyas con su miembro erecto en mi entrada. Esta vez fui yo la que lo condujo hacia afuera.
Eran las seis de la mañana pero hasta las nueve estuvimos despiertos haciendo el amor o regalándonos miradas, besos y caricias que demostraban con hechos nuestras últimas palabras.
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