miércoles, 15 de febrero de 2012

capitulo 22

Capítulo 22
Bella PVO
Lloré, lloré y lloré por no sé cuánto tiempo sentada en esa acera. Ahora una  fina lluvia caía sobre Seattle. Mojaba las calles, los coches, las aceras, me mojaba a mí… mi vestido estaba completamente pegado a mi cuerpo, los mechones más cercanos al rostro los tenía pegados a mis mejillas y la visión era borrosa debido a las lágrimas y a las gotas de lluvia.
-¿Bella?- escuché una voz a lo lejos pero no me levanté de la acera ni me di la vuelta para ver de quien se trataba.- ¿Bella?- preguntó la misma voz un poco más cerca. La dueña de la voz se puso delante de mí mostrándome su identidad. No pude distinguirla bien pero la reconocí por lo llamativo de su cabello, rojo anaranjado. Era Victoria.
Finalmente levanté la cara hacia la lluvia y restregándome los ojos vi que ella se estaba cubriendo la cabeza con su pequeño bolso de mano verde esmeralda a juego con su mono de pantalón largo.
-¿Bella qué haces aquí? ¿Y con esta lluvia? ¿Y Edward?- la última pregunta provocó que mi llanto aumentase de volumen. Victoria abrió los ojos sorprendida, miró  a los lados para confirmar sus pensamientos- Ven, sube al coche. Te llevaremos a casa si sigues aquí cogerás una pulmonía.- me intentó levantar cogiéndome del brazo pero en un acto reflejo me zafé de ella y me puse en pie yo sola.
Victoria retrocedió un paso asustada por mi reacción pero en seguida me agarró del bíceps y comenzamos a andar.
Nos dirigimos al coche donde James tiró el cigarro nada más vernos y me ayudó  a mí y a su mujer a subir a este. El coche comenzó a recorrer las desiertas y húmedas calles de Seattle. Iba perdida en mis pensamientos, rememorando cada parte de los hechos hasta que una voz me sacó del trance.
-Para en el arcén cariño- dijo Victoria.
Su marido la obedeció sin chistar y paro al lado izquierdo, al lado de una tienda de deportes.
-¿Qué está pasando Bella?- preguntó Victoria girándose en el asiento del copiloto para verme. James tampoco paraba de mirarme a través del retrovisor.
-Edward… Edward se ha enfadado- dije entre hipidos.
-¿Por qué?- insistió.
-Estábamos en la mesa cuando llegó Laurent, empezó a sacar toda la mierda y Edward se fue….- dije todo rápidamente y sin hacer ninguna parada para coger aire.
-Bella no te he entendido repítelo más despacio por favor.
-No Vic, no me hagas repetirlo por favor- dije con un hilo de voz. De un momento a otro Victoria estaba en el asiento trasero abrazándome y tranquilizándome mientras ríos de lágrimas se desbordaban por mi cara.
 Nuestra conversación se basó en unas cuantas frases por mi parte, bastantes sollozos y por parte de Victoria palabras de ánimo animándome a hablar con Edward. Se me estaban cerrando los ojos cuando el coche paró finalmente en el barrio de Queen Anne donde se encontraba mi casa, mas no mi apartamento.
-Llegamos- anunció James con voz neutral. Victoria al ver mi indecisión miró a la casa donde seguramente estaría Edward y suspiró fuertemente.

 -James cielo mejor llévala a su piso, está en Green Lake- James asintió y arrancó de nuevo el coche en dirección opuesta. Por el espejo retrovisor vi como se iban quedando atrás mi casa, el volvo de Edward, mi vida, mi familia, mi hijo, mi marido…

¡Para!- grité a James que por el susto se sobresaltó y paro súbitamente. Debido a la fuerza del frenazo nuestros cuerpos se fueron hacia delante y caímos de nuevo en el asiento golpeándonos suavemente la nuca y la espalda.

 -¿Bella qué demonios haces?- preguntó Vitoria a mi lado cuando se recuperó del golpe.

 -Si me voy lo pierdo todo y no puedo perderlo todo. No puedo Victoria.

 -No te entiendo bien pero haz lo que creas que tienes que hacer.

 

-Gracias Victoria- la dije dándola un beso en la mejilla- James- dije dirigiéndole una mirada a través del retrovisor. Abrí la puerta del coche y corrí al exterior como si fuera una maratón. Antes de llegar a la verja del jardín Victoria abrió la ventanilla y gritó:

 

-Si necesitas algo llámame, da igual que hora sea- levanté los pulgares para indicarla que la había oído y el coche comenzó a desaparecer calle abajo.

 

Abrí la verja sigilosamente e igualmente la cerré. Caminé despacio hacia la puerta de entrada y cuando subí el pequeño escalón me congelé.

 

Se podían escuchar los ruidos de las hojas de los árboles mecerse suavemente por la brisa heladora de abril, podía escuchar a los animales del bosque que estaba a pocos metros de mi casa… podía escuchar muchos ruidos en el exterior pero del interior… nada. Una corriente de miedo pasó por mi cuerpo para quedarse en mi estómago e hizo que retrocediese cinco pasos de mi posición. Estaba decidida a irme e intentarlo mañana o tirar la toalla. De repente la valentía que había tenido en el coche de Victoria se había esfumado. Giré la cabeza para dar un último vistazo a la fachada de madera de la que siempre seria mi casa antes de desandar el sendero de piedra que llevaba a la puerta principal y abandonar mi casa.

 

Di un paso más, uno solo pero ninguno más. De repente la valentía volvió a mí y recorrí los seis pasos que había retrocedido hasta colocarme en la puerta. Cuando llegué a la entrada cogí las llaves y con cuidado las metí en la cerradura para no hacer ruido.

 

No había dado ni una vuelta cuando la puerta se abrió de repente asustándome. Tras ella estaba un Edward con los ojos rojos pero con la mirada atormentada. Di un gritó debido al susto pero Edward me silenció con su mano.

 

Nos quedamos mirando fijamente mientras su mano seguía en mis labios impidiéndome hablar. No sé cuánto tiempo estuvimos analizándonos el uno al otro pero sin yo esperarlo me llevó junto a él dentro de la casa  y me abrazó firmemente contra su pecho.

 

Al principio yo me quedé quieta en mi sitio y sin moverme con los brazos a cada lado de mi cuerpo pero poco a poco fui saliendo de mi aturdimiento y le rodee con mis brazos igual o más fuerte que él. Comencé a llorar en su pecho pero él no se dio cuenta hasta que no sintió mojada su camisa, llevaba la misma ropa que cuando dejó el club, y me separó de él en contra de mi voluntad.

 

Me agarró ambas mejillas con ambas manos para forzarme a mirarle a la cara pero mis ojos seguían enfocados en el suelo soltando lágrimas.

 

-Bella- me llamó pero aun así yo no levanté la mirada- Bella escúchame por favor.- fue en ese momento cuando su voz sonaba ronca, con dolor y arrepentimiento- lo siento, lo siento, lo siento- me dijo mientras me besaba la frente- siento mucho haberte tratado así hace unas horas, lo siento mucho y estoy arrepentido por ello…

 

-Edward… entiendo que no confíes en mí. La confianza es una cosa que se da con el tiempo y la nuestra nos va  a costar más de tres meses. Pero nunca vamos a confiar en el otro si cuando hay un problema no nos damos el beneficio de la duda.

 

-Yo lo sé Bella, pero tú estabas allí cuando se presentó ese… tu…- vi cuanto le dolía y le costaba recordar ese momento así que le callé poniendo mi mano en sus labios- me estaba provocando para que…- dijo cuando consiguió retirar mi mano de sus labios.

 

-Edward basta- le indiqué- tenemos que prometernos el uno al otro siempre darnos el beneficio de la duda por lo menos, pero en este caso es que no era necesario.

 

-No te entiendo- dijo alejándose de mí.

 

-Pues… que sí Edward, que yo entiendo que estés dolido, que no confíes en mí, pero… esta noche te has ido y me has dejado allí tirada por algo que yo no he podido evitar. El que Laurent estuviese allí y haya dicho todo eso no ha sido mi culpa pero aun así lo has tomado contra mí sin ni siquiera darme el beneficio de la duda. Te has enfadado conmigo por una cosa que yo no manejaba…

 

…fue mi falta engañarte, fue mi falta Edward… pero creo que ya estoy pagando por ella. Creo que el haber vivido todos estos meses separada de ti, separada de mi hijo, saber que a la persona que más quieres en el mundo la has dañado hasta límites que no sospechas y que te odia es un precio justo a pagar por el daño que te causé.

 

-Yo nunca dije que te odiara- me recordó Edward a un metro de mí, cruzado de brazos y sin perder detalle de mi confesión.

 

-Pero lo haces…

 

-No pongas palabras en mi boca que yo no he dicho- dijo elevando la voz.

 

-No lo has dicho pero cada vez estoy más convencida de ello. Y no te culpo porque es normal, porque lo merezco Edward. Ahora solo te estoy pidiendo que si de verdad me quieres de vuelta en tu vida que yo voy a dejarme la piel en el asfalto para volver a ser digna de ti pero que por favor no me pongas chinchetas en él porque quizás no lo soporte. Y yo no quiero volver a perderte, a tener que ver a mi hijo un número de horas específicas, no quiero volver a perderme, no quiero…- le confesé volviendo a llorar a mares. Él intentó acercarse pero extendí la mano hasta que toqué su cuerpo asegurándome así una cierta distancia.

 

-Pero juntos no nos vamos a volver a perder- dijo poniendo su mano sobre la mía, a la vez que esta estaba sobre su corazón-    porque no hay cosa que yo más quiera en el mundo que volver a tener a mi mujer de vuelta. Volver a entrar en casa y verte hacer la comida a la vez que vigilas a nuestro hijo, pasar las tardes compartiendo juegos con él, irme a la cama y dormirme abrazado a ti sabiendo que a la mañana siguiente vas a estar allí de nuevo, que no te vas a ir a media noche y no te voy a volver a ver hasta el día siguiente, volver a hacerte el amor…- susurró. La distancia que yo había impuesto entre nosotros quedó reducida a polvo con esa última frase. Me acordé de que hace unas horas en el restaurante me estaba planteando la posibilidad de volver a estar con Edward en todos los sentidos y que seguramente de no ser por Laurent ahora mismo estaríamos en nuestra cama, unidos, amándonos, recuperándonos…

 

Nos abrazamos de nuevo y Edward bajó su cabeza mientras que yo elevaba la mía para fundirnos en un beso lleno de ternura con sabor a perdón. Sin dejar de besarnos Edward se agachó hasta que pasó sus manos por mis pantorrillas y me cargó al estilo novia hasta nuestro dormitorio.

 

Me dejó suavemente en la cama y sin apartar la mirada de mis ojos comenzó a besar desde mi cuello hasta mi abdomen por encima de la ropa. Cuando llegó a mi estómago volvió a subir su boca por mi cuerpo pero acompañado de sus manos que poco a poco subían el vestido hasta que estuvo a la altura de mis pechos y me erguí en la cama para quitármelo. Edward me hizo un repaso en toda regla con su mirada y después me miró lleno de amor y pasión para volver a besarme.

 

Yo estaba como en una burbuja. No podía asimilar el que hace dos horas yo estaba tirada en una calle de Seattle llorando por su abandono y ahora estaba entres su brazos a punto de volver a ser su mujer. Completamente su mujer. Estaba tan perdida en mis pensamientos que dejé solo a Edward en la labor de amarnos y él lo tomó como otra sesión de casi-sexo y comenzó a alejarse de mi cuerpo. Por suerte le agarré rápidamente de la camisa antes de que se hubiese alejado demasiado y le hice girarse de tal manera que ahora era él el que estaba apoyado en la cama y yo estaba subida a horcajadas encima de él. Fui desabrochando cada botón de su camisa y besando cada parte de su pecho que era descubierta. Poco a poco la camisa estaba totalmente abierta y lo siguiente que tenía que abrir era el frio y brillante cinturón negro con la hebilla dorada. Comencé a desabrocharle el cinto ya retirárselo de las trabillas del pantalón pero él me volvió a girar para quedar yo apoyada en el colchón.

 

Como todo un experto y buen conocedor de mi cuerpo que era me quitó el sujetador en un solo movimiento liberando mis pechos. Mis pezones se irguieron de forma incontrolada cuando su vista se fijó en ellos durante un gran lapso de tiempo. Edward volvió a mirarme y puso su cabeza a la misma altura que la mía para besarme y a la vez mis pezones chocaron contra su musculoso pecho. De un momento a otro estábamos los dos de rodillas en la cama, Edward  detrás de mí. Notaba como la cama se movía debido a los movimientos que hacia Edward al quitarse el resto de la ropa. No quise darme la vuelta para no cortar la magia y de un instante el erguido pene de Edward me rozó las nalgas. Pegó un poco más su pelvis a la mía clavándome su erección mientras de un tirón rompía mi tanga.

 

Puso su mano entre mis muslos para separarlos y recordé que esta vez no era como las que recordaba. Esta vez Edward no me había estimulado antes de introducirse dentro de mi hasta el punto de que casi tenía un orgasmo, peor daba igual porque en este momento estaba tan mojada o más que si lo hubiese hecho.

 

Las manos de Edward sujetaron mis pechos desde atrás y yo volví la cabeza por el placer. Edward me besó la curva del cuello  mientras su miembro se colaba por el hueco que había entre mis muslos pero sin introducirse en mí. Yo pasé mi brazo izquierdo hacia atrás y rodee su cabeza agarrándole del pelo para mantenerle cerca de mí. Él comenzó a moverse hacia delante y hacia atrás, restregando su pene por mis labios y presionando con la punta mi clítoris.

 

-Mmmm- solté mientras apretaba sin poder evitarlo mi vagina.

Edward me dio la vuelta rápidamente y me apoyó en la cama completamente con mi cabeza encima de los cojines de adorno.

 

-Mírame Bella, mírame mi amor- me dijo a la vez que se introducía dentro de mí. Notaba como tiraban mis paredes debido a la falta de práctica pero a los pocos instantes se adaptaron en seguida a Edward. Compartimos una mirada y nos besamos de forma cariñosa y suave, cuando nos separamos nos volvimos a mirar y a sonreír. Estábamos juntos, ahora sí que lo estábamos. Éramos uno y nos amábamos. Edward comenzó a moverse dentro de mí impulsado por sus brazos los cuales estaban a cada lado de mi cabeza con las palmas extendidas sobre el colchón.

 

-Bella….Bella… eres mía.
-Completamente… tuya…
-Soy el único dentro de ti.
-Eres el único… - solté un jadeo cuando Edward aumentó el ritmos de las embestidas pero sin perder el contacto visual- que me ha hecho… el amor.
Continuó moviéndose dentro de mí y demasiado pronto para mi gusto mi vagina comenzó a palpitar y estrecharse en torno al pene de Edward.
-Espera Bella…- me pidió Edward aumentando aun más sus embestidas si era posible.
Intenté lo que me dijo pero me era imposible de controlar el orgasmo que corría por todo mi cuerpo para liberarse.
-Noo… no.. Puedo… ahhhhh- grité cuando sentí como me elevaba de la cama junto a Edward y flotaba durante escasos segundos para poco a poco volver a mi cuerpo.
Edward también se liberó en mi interior y cuando terminó comenzó a salir de mí pero no se lo permití.
-¡Bella!     
-Aún no te… salgas- le pedí. Volvió a introducir la porción de su pene que había sacado de mi interior y agotado apoyó su cabeza en mi pecho mientras ambos recuperábamos la respiración.
Cuando me vi con las fuerzas necesarias para mantener una conversación sin parar a tomar aire cada dos palabras lo llamé.
-Edward- le dije mientras acariciaba su clavícula con mi dedo índice.
-Mmmm- me contestó.
-Mírame- como si fuera una orden giró su cabeza y apoyó su barbilla en mi canalillo para mirarme a los ojos.
-Te amo- le dije mirándole con todo el amor que tenía para él, únicamente para él.
Él pestañeó durante varios minutos y cuando pensé que no me iba a contestar, se levantó saliendo de mí por completo lo que provocó que gimiera sin poder evitarlo y me agarró de la cintura levantándome de la cama hasta quedar de rodillas ambos y luego él se echó para atrás hasta apoyar su espalda en el colchón llevándome consigo.
-Y yo también te amo. Y no sabes hasta que límites si es que tiene límites- me respondió besándome de nuevo.
No sé como ocurrió pero de un momento a otro estaba de nuevo a horcajadas suyas con su miembro erecto en mi entrada. Esta vez fui yo la que lo condujo hacia afuera.
Eran las seis de la mañana pero hasta las nueve estuvimos despiertos haciendo el amor o regalándonos miradas, besos y caricias que demostraban con hechos nuestras últimas palabras.
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jueves, 9 de febrero de 2012

capitulo 21

Capítulo 21


Bella PVO


Te dije que no te metieras, que Edward era mío. Intenté que Edward te odiara pero no lo conseguí, intenté que lo odiaras a él cuando vieras que intentaba quitarte a tu hijo pero tú volviste a sus brazos. Intente hacerle ver que su vida sin mí era una cosa sin sentido pero viniste tú y lo jodiste todo. Tú. Sobras.- me empujó hacia atrás haciéndome caer de culo al escalón de detrás de mí, no rodé pero me quedé recostada en el escalón demasiado tiempo. Ella aprovechó este tiempo para tomar ventaja y me puso uno de sus zapatos de tacón en mi cuello. Cada vez aumentaba más la presión sobre mi garganta. La visión se me volvía negra por momentos y lo último que oí fue un ''adiós Isabella''


De un momento a otro un ruido de algo que caía me sacó de la inconsciencia y al mirar hacia abajo me encontré con el cuerpo de Nicole rodando escaleras abajo. Paró al llegar al final de las escaleras, cerré los ojos respirando tranquilamente. Hasta que la cordura legó a mí y recordé a mi hijo.


Me levanté de golpe ganándome un mareo y teniendo que apoyarme en la barandilla para no caerme. Mi vista cada vez estaba más entonada, notaba que volvía a la vida cada vez más. Miré el escalón en el que me encontraba antes, donde creí que iba a morir y me encontré con la persona que menos espere que me pudiese defender de Nicole.


Ethan. Mi pequeño bebé me había salvado, tenía lágrimas en las mejillas y se sorbía la nariz ruidosamente.


Me acerqué a él y le abrace.


-Mami, mami, mami… repetía llorando una y otra vez.


-Shh estoy bien cariño- dije con dificultad- gracias mi amor, me has salvado cariño.


-¿Entonches no me vais a castigar por empujar a Nicole?- preguntó mientras una sonrisa se formaba en su rostro. Le volví a abrazar, sino fuese por él ahora mismo no sé qué sería de mi.



Abracé más fuerte a Ethan hasta que se calmó un poco. Lo llevé a su habitación para que dejara de ver el cuerpo de Nicole tendido en el suelo. Le hice prometer que no saldría de su habitación hasta que yo le dijera y asintió aún con lágrimas en sus mejillas.

Salí de su habitación con una sonrisa fingida para evitar que se preocupase de nuevo. Cuando volví mi cuerpo hacia el pasillo me encontré con Edward. Traía la palabra preocupación escrita en la frente, venía corriendo por las escaleras y soltó un suspiro de alivio cuando me vio.

-Oh dios Bella. ¿Estás bien?- dijo abrazándome y dejando un beso en mi frente- ¿Ethan está bien? ¿Qué coño ha pasado? ¿Qué hace aquí Nicole?- preguntó atropelladamente mientras que yo seguía abrazada a él.

Le devolví el abrazo más fuerte y cuando iba a hablar un inevitable sollozo salió desde mi pecho. Edward me alejó de su cuerpo contra mi voluntad para verme a la cara.

-Ey… shh… tranquila cariño. Estoy aquí no va a pasar nada, tranquila.- intentó reconfortarme a la vez que me abrazaba más fuerte y repartía besos en mi frente y en mis mejillas.

Sin darme cuenta me llevó a la pequeña salita que hay antes de llegar a nuestro dormitorio. Él se sentó en un sillón y me llevó consigo.

Apoyé la cabeza en su pecho y poco a poco fui tranquilizándome gracias en parte a sus caricias en mi espalda y al sonido de su respiración.

-Cuéntamelo mi amor, ¿qué ha sucedido para que Nicole esté inconsciente al final de las escaleras y tú estés en este estado?- me abracé un poco más a él intentando obtener el calor que mi cuerpo había perdido.

Le conté todo lo que había pasado. Desde que escuché el ruido hasta cuando dejé a Ethan en su habitación. Edward estaba tenso, muy tenso. Su pecho ya no era cómodo, ya no era como un suave colchón ahora era como una piedra lisa. Duro. Me espanté un poco cuando se levantó del sillón de repente haciendo que estuviese arriba y abajo en menos de dos segundos.

-Hay que sacarla de aquí. Llamaré a una ambulancia y cuando la policía pregunté les contarás que fue en defensa propia.- me comunicó con sus manos en mis mejillas para que le mirase a la cara- no te preocupes. Ve con Ethan tiene que estar asustado.

-Pero no puedo dejarte solo, no quiero.- refunfuñé como una niña pequeña.

-Por favor Bella…- me suplicó. Caminé con pasos desganados hacia la habitación de Ethan. Estuve con él abrazado y en silencio no sé por cuánto tiempo pero cuando la puerta se abrió la pesadilla había terminado.

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Había pasado dos meses desde que Nicole rompiera nuestra tranquilidad.

Resulta que ella sí que había roto las fotos se encontró sus huellas en ellas cuando se hizo la investigación. Al final ni siquiera tuve que confesar diciendo que había sido en defensa propia. Dije que sus tacones se rompieron mientras bajaba las escaleras apresuradamente. Sus tacones se habían roto en la caída por lo que hizo toda la versión más creíble.

A toda la familia nos costó volver a la normalidad, y al que más a Ethan. A mi pequeño héroe. Las cosas cada vez se estaban afianzando más. Ahora también íbamos a comer a casa de Esme los sábados por la mañana y yo quedaba con Rose cada tarde en el parque desde hace varias semanas para que los niños se relacionasen con otros y jugasen todos juntos. Había cambiado el Martini de por la mañana por la tarde de juegos en el parque. Y el cambio me gustaba, nos gustaba.

Hoy era sábado y Ethan se quedaba a dormir en casa de los abuelos para que así papá y mamá pudiesen salir con sus amigos a tomar algo. Habíamos quedado con Tania y con Victoria cada una con sus maridos para salir a ‘’menear el culo’’, palabras de Victoria, por todo Seattle.

Extrañaba salir de fiesta, sí es uno de los motivos por el cual engañe a Edward pero ahora era diferente. Ahora cuando quisiera entrar a una discoteca verían si en la lista esta la señora Cullen no Isabella Swan. Y no, nos habíamos casado pero es que nosotros no nos sentíamos como si estuviésemos divorciados.

-Bella vamos  a llegar tarde- me gritó Edward desde el final de las escaleras. Yo estaba en el baño poniendo las plantillas de silicona a los zapatos de tacón para aguantar el ritmo de Victoria y Tania durante toda la noche. Victoria se casó antes que yo y Tania hace dos años pero no habían soltado su licencia de fiesteras, más bien le habían añadido otra; fiesteras casadas.

Aun recuerdo como nos reíamos de los pobres chicos que se acercaban a ellas intentando ligar, ellas les seguían la corriente y en el mejor momento de la noche llegaban sus maridos haciendo que los chicos se quedaran con cara de: ‘’WTF’’

Bajé las escaleras rápidamente pero trastabillé en el tercero, iba a agarrarme a la barandilla cuando Edward me sujetó por los brazos y me acercó a su pecho evitando que me callera. Miré hacia arriba para verle sonreír de la manera ‘’otra vez estamos igual’’.

-¿Nos vamos?- pregunté para que dejara de reírse de mí para sí mismo.

-Nos vamos -dijo mientras sacaba las llaves del coche.

Llegamos a Trinity, uno de los mejores clubs de alterne de Seattle, por no decir el mejor. Abrió hace poco más de un año y tiene una decoración muy peculiar. Si un reconocido Dj viniese a Seattle casi seguro vendría a pinchar a Trinity.

Salí del coche dejando el abrigo, porque una vez estuviese dentro lo único que iba a hacer era estorbarme y empecé a dirigirme a la cola para entrar sin esperar a Edward que también se estaba quitando el abrigo y asegurándose de haber cerrado bien el coche. No estaba ni a tres metros del coche cuando Edward me cogió la mano firmemente para dirigirnos a la cola.

Durante la espera, que se me hizo corta, aunque estuvimos ahí  media hora y es que parecíamos adolescentes. No podíamos mantener las manos alejadas del otro y nuestros labios pasaron más tiempo unidos que separados. Varias veces nos llamaron la atención los de atrás porque la cola avanzaba pero nosotros seguíamos en el mismo lugar.

Cuando entramos al club la música a alto volumen nos dio la bienvenida y nos adentramos en la marea humana sin soltar nuestras manos hasta llegar donde estaban nuestros amigos. Pedimos las bebidas y se hicieron pequeños grupos; los hombres se quedaron al lado de la barra hablando de quién sabe qué y las mujeres nos fuimos al lado de la pared hasta que terminamos nuestras bebidas y nos fuimos a la pista de baile.

Bailamos durante hora y media seguida y los tacones empezaron a molestarnos a las tres. Fuimos a la barra a recobrar fuerzas y me empecé  a poner nerviosa cuando no vi ni a Edward ni a los demás chicos. Alguien me agarró de la cintura pegando descaradamente su pelvis a mis nalgas y empezó a restregarse contra mí. En cuanto salí del shock del momento debido al atrevimiento del descarado que fuese me di la vuelta y le di un tortazo que hizo que girara la cara. Unas risas a mi lado me hicieron darme la vuelta y descubrí que eran mis amigos riéndose a carcajada limpia y señalando a un punto detrás de mí.

Miré hacia la dirección que señalaban y me encontré con la cara de Edward sobándose la mejilla.

-¡Edward! Oh dios mi amor lo siento- le dije dándole un suave beso en la mejilla- lo siento mucho peor no sabía que eras tú.

Él movió su cabeza indicándome que no pasaba nada y me devolvió el beso pero con más ganas. Cuando nos separamos nos quedamos colgados en la mirada del otro y yo no paraba de acariciarle la mejilla en la que le había abofeteado suavemente.

Edward me rodeó la cintura con su brazo y me giró hasta quedar frente a nuestros amigos para unirnos al grupo. Notaba como el alcohol empezaba a hacer de las suyas conmigo cuando Edward me preguntó:

-¿Te lo estás pasando bien?- dijo pegando sus labios a mi oreja.

Asentí mientras bebía mi bebida y me di la vuelta para mirarle y darle un beso. Un tirón desde mi brazo izquierdo nos separó, era Victoria que me urgía para ir a la pista a bailar de nuevo.

Volvimos a bailar, no sé si era porque la música era mejor, porque la cantidad de alcohol en mi organismo era mayor o porque tenía todo lo que quería en este momento. Tenía a mi marido en la barra tomando algo, a mis locas amigas meneando el culo conmigo y riendo como si no hubiese  preocupaciones. Estaba volviendo a mi vida, porque sí, Edward era mi vida.

Estaba bailando con mi espalda pegada a la de Tania cuando alguien se me acercó por atrás, quito a Tania y se pegó él. Me di la vuelta y me encontré a un chico de unos veintitrés años guiñándome un ojo.

-Te veo un poco estresada morena, ¿te ayudo con eso?- gritó en mi oído para que le escuchara.

-No gracias ya tengo a alguien de mi nivel- dije refiriéndome a la edad- que me desestrese- dije dando a entender por donde iban los tiros.

-Vamos nena, una vez, una noche, nadie se va enterar. Ese culo lleva volviéndome loco desde que te he visto hace más de uno hora.

-A ver niño, déjame. Estoy casada y tengo un niño de cuatro años. Así que si no quieres que mi marido te diga lo que te acabo de decir yo pero de otra forma- dije moviendo mi mano como cuando amenazaba a Ethan con darle un cachete-  déjame en paz.- el tío se retiró de mi lado inmediatamente.

-¿Eres madre?- preguntó entre sorprendido y asqueado. Asentí y se dio la vuelta. Enseguida vinieron Tania y Victoria pensando que había jugado con ese chico igual que lo hacían ellas con otros. Les dije que se lo contaría todo más detalladamente luego. De repente se me quitaron las ganas de seguir bailando y les indiqué a las chicas que me iba con Edward a por otra bebida.

Miré a ver si estaba Edward en la barra pero como no lo encontré subí al piso superior donde había mesas y sillas, digamos más o menos como la zona VIP pero que podía acceder cualquiera. Cuando Edward vio que llegaba sola se alarmó un poco peor le tranquilicé con una sonrisa. Me senté a su lado y Edward pasó un brazo por mi cintura acercándome a él un poco más. Los chicos siguieron hablando del mismo tema antes de que yo llegara y al ser beisbol no pude opinar mucho. Se hicieron las tres de la mañana y Dimitri y James decidieron bajar a por sus mujeres para ir a casa. Edward y yo nos quedamos un poco más en la mesa. Las caricias de Edward cada vez subían un poco más de intensidad y apoyó la cabeza en mi hombro.

-Mmmmmm- dijo en voz baja.

-¿Tienes sueño?- pregunté con una sonrisa. Él se limitó a negar con la cabeza y a darme pequeños besos a lo largo del cuello.

-Vaya así que lo que te pasa es que quieres mimitos, ¿no?- pregunté. Él separó su cabeza de mi cuello y asintió mirándome con una sonrisa. Me agarró fuertemente de la cintura con ambas manos y me puso sobre él. Sentada en su regazo empecé a acariciarle el pelo mientras nos besábamos suavemente de vez en cuando.

Entonces recordé que Ethan no estaba en casa y que como era fin de semana Edward no tenía que trabajar. ¿Podría pasar hoy? ¿Podríamos volver a hacer el amor hoy? ¿Podríamos volver a ser una pareja de todas las formas posibles?

Sí podríamos. Podríamos por la simple razón de que por lo menos por mi parte no existía la duda del ‘’ ¿y si falla?’’. Estábamos en pleno beso cuando nos interrumpieron. Eso hubiera sido malo de todas formas por el simple hecho de que nos habían interrumpido pero más malo aún cuando quien nos había interrumpido era… Laurent.

-¡Vaya! Pero si es Bella Cullen, ¿o Swan? Tengo entendido que tu marido se enteró y os divorciasteis- dijo disfrutando del momento.

-Por favor vete- le grité. Miré a Edward temiéndome lo peor y lo encontré con el ceño fruncido, mirándome fijamente sin comprender nada.

-Tú debes de ser el nuevo. Encantado- dijo limitándose a saludarle levantando la mano- tío te aconsejo que la agarres bien, es la mejor de todas las que me he tirado pero lo dejamos… así porque ella quería recuperar su matrimonio- empezó a reírse estruendosamente. Y esas carcajadas solo aumentaron mi miedo interior. El agarré de Edward se hizo más fuerte en mi cintura clavándome sus dedos. Estaba segura de que ya tenía marcas- perdón tío que no te he dicho mi nombre, soy Laurent. El anterior- dijo mirándome divertido.

En mi interior se estaban cociendo varias cosas a la vez. Por una parte quería coger e irme corriendo a llorar al baño. Por otra parte quería levantarme del regazo de Edward e ir corriendo hacia Laurent para golpearle lo más fuerte que pudiera. Y finalmente quería quedarme sentada encima de Edward, abrazarlo fuerte y que él me devolviese el abrazo, que nos olvidásemos de Laurent y volviésemos a la actitud que teníamos antes.



Laurent se dio la vuelta silbando alegremente y yo mire a Edward con pánico. Su mirada estaba fija en la espalda de Laurent cada vez más lejana y había aflojado su agarre en mi cintura para finalmente dejar caer cada brazo a un lado de su cuerpo, sin fuerza, sin vida.

-Edward… - le llamé suavemente para que dejara de mirar a Laurent o más bien la dirección por la que se había ido Laurent. Pero Edward continuó mirando fijamente un punto en la distancia sin hacerme el más mínimo caso.

-Edward- le volví a llamar- Edward por favor olvídate de lo que dijo, por favor, por favor…- supliqué mientras le abrazaba por el cuello y me pegaba todo lo que podía a él contando que seguía sentada en su regazo.

Sus fuertes brazos agarraron los míos desenredándoles de su cuello con facilidad. Levanté la  vista para encontrar su mirada pero él miraba hacia el techo. Y respiraba profundamente.

-Edward…

-Levántate- ordenó con voz dura y sin mirarme.

-Edward por favor….- supliqué.

-¡Levántate te he dicho joder!- dijo empujándome para que me levantase más rápido.

-Edward espera…

Pero no lo hizo. Cogió su chaqueta y se fue dejando pagado las bebidas que habíamos pedido después de que se fueran nuestros amigos. Me quedé mirando su ancha y fuerte espalda alejándose, con lágrimas recorriéndome las mejillas hasta que me di cuenta de que se iba. Y no solo se iba del club sino que también se iba de mí. No podía volver a perderle, no podía. Esta vez no lo superaría, ni si quiera mi hijo podría tirar de mi.

Corrí detrás de él esquivando a la gente. Choqué con varias personas antes de llegar a la salida. Y en cuanto pise la calle comencé a correr hacia el lugar donde habíamos aparcado el coche para encontrarme con un Saab convertible blanco, que no se parecía en nada al volvo plateado que yo buscaba.

Desesperada me dejé caer en la acera, me abracé las rodillas y comencé a llorar. Había perdido a Edward de nuevo y esta vez ni si quiera lo había visto venir. Creía que estaba haciendo las cosas bien pero algo volvió a fallar y estaba convencida de que esta vez no habría marcha atrás.

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jueves, 2 de febrero de 2012

Capitulo 20

Capítulo 20


‘’Extraño’’



BELLA PVO

-¡Mamá!- gritó mi hijo desde lo alto del tobogán. Estábamos en el parque después de haberle ido a recoger a la guardería. Pasamos por aquí con el coche y desde luego no me sirvió de nada decirle que ya jugaría en los columpios de casa, él tenía que jugar aquí con los otros niños y daba igual a qué hora llegásemos a casa o el frío que hacía en Seattle en febrero.

Llevábamos casi una hora en el parque. Él se lo estaba pasando en grande pero yo sin embargo estaba muerta de frío, sentada en un banco de hierro intentando concentrarme en la conversación con otra madre que a la vez estaba dando el pecho a su otro hijo. ¿Es que no notaba el frío?

Diez minutos después aproveche que el bebé de la otra madre comenzó a llorar para coger a Ethan y llevármele a casa. Ethan estaba muy feliz, incluso la profesora lo había notado y así me lo había comunicado la semana pasada. Y es que desde hace tres semanas la vida era más o menos como antes. Y digo más o menos porque había ciertos aspectos en los que seguíamos ‘’divorciados’’.

Por las mañanas las tenía libre. Me levantaba, recogía mi piso, salía a comprar o a correr y me iba a  nuestra casa a hacer la comida. A las dos recojo a Ethan de la guardería y cuando vuelvo termino de hacer la comida. Comemos los tres en casa y pasamos la tarde y parte de la noche juntos, los tres. Pero  media hora después de que Ethan se hubiese dormido yo me volvía al piso para comenzar un nuevo día.

Había ciertos momentos en los que me aburría, más concretamente por las mañanas. Como la agencia nos informó en su momento, el que no hiciese el curso en Nueva York perdería su trabajo. Y dicho y hecho, nada más volver de Forks recibí un e-mail comunicándome que no me molestase en volver porque ya no tenía trabajo y que me mandarían el cheque con la indemnización. Así que muchos días me he planteado el ir a la oficina de Edward, ‘raptarle’ para comer juntos o simplemente estar allí con él hasta que terminase de trabajar. Pero aunque nos habíamos reconciliado, sentía que aún no teníamos la confianza suficiente como para ir a su oficina.

Tenía miedo de no recuperar ese 15% de confianza y esperaba que tan solo se tratase de que aún no hubiéramos hecho el amor.

Nos quedamos en Forks un total de tres días. Fueron como unas mini-vacaciones, en las que volvimos a ser Edward y Bella cuando eran novios. Hicimos mucho turismo y también mucha terapia de pareja. Pasamos tardes y mañanas enteras hablando de lo que habíamos sentido en esta separación, de los miedos, de los errores, de las cosas que jamás queríamos que se repitiesen.

Por mucho que lo intentamos evitar, la familia se enteró de que habíamos vuelto la semana pasada. Fue el cumpleaños de Ethan, lo celebramos en casa con sus compañeros en la guardería y la familia se pasó a tomar un café por la tarde. Uno de los vasos de plástico que dimos a los niños se volcó derramando su contenido por toda la mesa, asique cogí una bayeta y comencé a limpiar el estropicio. Cuando fui a la cocina a aclarar la bayeta Edward también vino y se colocó detrás de mí intentando arrebatarme la bayeta para continuar limpiando él. Ante mi negativa rió, me acarició los brazos y me besó suavemente en el cuello mientras me susurraba ‘’ que cabezota estás hecha’’.

No tendría por qué  haber sido así pero Esme en su obsesión siempre con echar una mano, también entró a la cocina y se encontró con la escenita. Esme no dijo nada tan solo sonrió dando el visto bueno a nuestra reconciliación pero Alice también había visto todo. Otro vaso se había caído, esta vez al suelo y venía a pedirme la fregona  y siendo Alice… ¿cómo se iba a quedar callada? Imposible. Así que con un sarcástico ‘’ ¿chicos, tenéis algo que contarnos?’’ Alice nos obligó a tener una charla todos juntos en cuanto Ethan se quedó dormido, que para nuestra buena o mala suerte se durmió a las ocho porque estaba agotado. Todos lo tomaron bastante bien sobre todo Carlisle. La que peor lo aceptó fue Rose primero mosqueándose por habérselo ocultado y más tarde en privado me confesó que tenía miedo de que Edward solo me quisiese para llenar el hueco de Nicole.

Mis padres también lo sabían y estaban felices, pues eran team Edward total. Mi hermana también se alegró muchísimo por Ethan sobre todo y lamentó no estar junto a mí en estos momentos pero el médico la había recomendado no viajar durante el embarazo.

Vivíamos felices y despreocupados salvo por una cosa… Nicole. Estaba desaparecida en combate, no sabíamos nada de ella. Alice había llamado a su consulta y no contestó nadie. Nunca contesta nadie y eso que llama en horas laborables y desde número oculto.

Al volver de Forks, cada uno en su coche, nos encontramos con la casa recogida, no se parecía en nada a la última vez que había estado aquí. No quise preocupar a Edward y no le comenté nada al respecto.

Ahora estaba aparcando el Porsche Cayenne en el garaje junto al volvo de Edward, señal de que ya estaba en casa.

Genial Bella, tu marido llega a casa y su mujer no está, su hijo tampoco, la comida tampoco… conociendo a Edward seguro que estaría poniéndose en lo peor.

Cogí las bolsas de la compra del maletero y me dirigí al interior de la casa. Hice malabares para mantener el equilibrio mientras me descalzaba y me ponía unas zapatillas para estar en casa y a la vez sujetaba las bolsas con la comida.

Extrañada por no oír ningún sonido en casa dejé las bolsas de la compra en la cocina y me dirigí al salón donde tampoco había nadie. En esa planta solo me quedaba el despacho de Edward. Corrí las puertas y efectivamente ahí estaba Edward, mirando algún documento sobre la mesa que yo no alcanzaba a ver. Tenía la mano izquierda apoyada en su cabeza y el ceño fruncido. Cerré las puertas sigilosamente y me acerqué despacio al escritorio.

-¿Cariño?- Edward levantó la vista y se me quedo mirando fijamente sin ninguna expresión en el rostro.- ¿ocurre algo?

-Ven aquí- me dijo con voz contenida, seca y cortante.

Me acerqué hasta quedar a su izquierda pero sin rozarle. Miré ‘los documentos’ que estaban en la mesa, no eran documentos .Eran algunas de las fotos rotas que había esparcidas por toda la casa cuando vine buscándole hace tres semanas.

-¿Qué es esto?- me preguntó levantándolas de la mesa y acercándoselas un poco más. Me miró esperando una explicación.- Si no querías volver conmigo deberías haberlo dicho, pero no romper los recuerdos.

-¿Edward qué estás diciendo? ¿Crees que he sido yo la que ha roto nuestras fotos?- él no apartó la mirada calculadora de mí- ¿en serio?- le pregunté indignada y dolida. Mis ojos se empezaron a aguar. De acuerdo que la confianza era muy débil pero no para dudar que quería estar de nuevo con él.

-¡Pues dame una explicación razonable sobre esto!- me gritó levantándose de la silla.

-¡Pues no es una explicación razonable pero si tengo una suposición!- le grité golpeándole con mi dedo índice en su pecho.

-Te escucho- dijo algo más calmado.

-Cuando vine aquí a buscarte, al borde de un ataque de nervios y con el miedo y la vez esperanza de encontrarte aquí con ella, al abrir la puerta vi todo esto. El recibidor estaba lleno de fotos rotas, el salón… y ¡dios! Al principio pensé que fuiste tú pero luego recordé que Alice había estado aquí antes y que no me había mencionado nada, así que asumí que fue Nicole.- Edward bajó la mirada y se rascó suavemente la mandíbula.

-¿Y por qué no me lo has dicho?- espetó mirándome fríamente.

-Porque no quería preocuparte, porque Nicole no ha dado señales de vida y pensé que ya no tenía importancia.- expliqué.

-¿Qué todas nuestras fotos estuviesen rotas no tenía importancia?- me preguntó de forma ácida. Comenzó a acercarse más a mí y movida por un instinto de autoprotección di dos pasos atrás que no pasaron desapercibidos para Edward.

-Tan… solo no quería preocuparte. No quería que volvieras a estar tan mal como cuando te encontré en Forks.- confesé.

-Pues entonces sí deberías habérmelo contado Isabella, porque ¿sabes el motivo por el cual estaba así?- se acercó a mí nuevamente pero con pasos decididos y lentos- por ti- dijo a escasos centímetros de mí.-por cómo se habían torcido las cosas, por ver que yo había jodido las últimas esperanzas de volver estar juntos.-

-Lo siento Edward…-

-No creo que haya sido Nicole- ignoró mi disculpa y en respuesta se alejó hasta volver a sentarse en el sillón detrás del escritorio.

-¿Estás dudando de mí?- pregunté enfadada, dolida e indignada. Me coloqué delante de él, apoyando las manos en el escritorio, que era lo único que nos separaba.

-Es que quieres que confíe en ti pero no me cuentas las cosas. La primera prueba que se nos pone en el camino y  fallas- dijo negando con la cabeza y mirando hacia su regazo.

-Edward… soy consciente de que la confianza va a tardar mucho en llegar pero te pido perdón por no contártelo al querer protegerte y también te pido que me creas en lo respectivo a Nicole.- supliqué.

-No…- comenzó a decir. Pero no le dejé terminar y me dirigí hacia las puertas rápidamente.

-¿No?, ¿me estás diciendo que Nicole no está mal de la cabeza?- le grité.

-No estaba diciendo eso Bella, ¡y soy el primero que piensa que Nicole debería estar en  un centro psiquiátrico!- gritó en la última parte.

-Sabes Edward… me da igual. ¿Ves porqué no quería que Ethan se entere? Por esto. Ahora si me permites me voy a hacer la comida a mi hijo- dije saliendo del despacho en dirección al dormitorio donde ya tenía la ropa suficiente como para quedarme a dormir. Me puse un pantalón de Yoga y una camiseta larga y holgada que usaba siempre para cocinar.

Ethan estaba viendo la tele en la cocina mientras yo preparaba la comida pero Edward no ha dado señales de estar en casa si quiera. Estaba añadiendo los fideos a la sopa cuando unas manos grandes y fuertes me agarraron las caderas.

-Lo siento- me dijo en un susurro. Note su suave cabello en mi cuello y en mi clavícula y deduje que tenía la cabeza apoyada en mi espalda. Iba a volverme para hablar cara a cara cuando sentí un beso en mi omóplato.

Una vez cara a cara sus manos no soltaron mis caderas y su mirada estaba fijas en ellas.

-Yo también lo siento. Debería habértelo contado. Tienes razón la primera prueba y la fallo, lo siento- dije acariciando su brazo derecho- quizás estamos yendo muy deprisa. Puede que no estemos preparados para confiar el uno en el otro todavía.- subió su mirada llena de alarma y angustia hasta encontrarse con la mía.

-¿Bella qué estás diciendo? ¿Quieres... no quieres… intentarlo?- me dijo clavándome su mirada.

-Edward pues claro que quiero- confesé con una sonrisa mientras le acariciaba en rostro- pero ya sabes a quien temo dañar- le recordé moviendo su cabeza hasta que su vista se fijó en Ethan que estaba absorto viendo los Simpson.

-No le vamos a dañar te lo prometo- dijo volviendo a fijar su vista en mi. No estaba prometiendo solo no dañar a nuestro hijo, sino que también prometía que lo nuestro iba a llegar a buen puerto.

Acerqué mi rostro al suyo para darle un suave beso en los labios, pellizcando sus labios con los míos suavemente. Terminamos nuestro beso pero sus manos continuaron en mis mejillas.

-Gracias- dije.

-¿Por qué?- preguntó acariciándome debajo de los ojos con sus pulgares.

- Por confiar en mí aunque no sea a la primera.- contesté.

-Tenemos que trabajar en eso ¿no?- asentí con una sonrisa. Estaba embobada en mis pensamientos cuando un estruendoso sonido hizo que volviera a mí. La sopa había rebosado y estaba cayendo encima de la vitrocerámica.

-Mierda la sopa- grité mientras me daba la vuelta y bajaba el fuego. Escuche a Edward soltar una risita. Se quedó a mi lado apoyado en la encimera sin perder detalle de mis movimientos.

-También yo he suspendido la prueba.- dijo tras estar callado varios minutos. Le mire sin comprender- a la mínima  desconfié de ti.

-¿Por qué piensas que no ha podido ser Nicole?- pregunté mientras ponía más filetes de lenguado en la sartén.

-Porque si tú viste las fotos el mismo día que llegaste a Forks yo ya llevaba allí dos días y nadie más ha entrado en casa hasta que viniste tú.

-Vino Alice- Edward rodó los ojos en señal de que era imposible que Alice hubiese hecho eso.

-No sé quién habrá sido. No descarto la idea de Nicole pero sería prácticamente imposible ella no tiene la llave de casa- de cierta manera eso me hizo sentir mejor y se lo agradecí con una sonrisa. – de todas formas preguntaré a Lauren.

Dejamos la conversación cuando la comida estuvo lista. Edward puso la mesa mientras yo recogía un poco el fregadero y abría la ventana un momento para que saliera el humo y el olor a pescado.

Comimos tranquilamente y después de terminar Edward se ofreció a lavar los platos, más bien me obligó a irme al salón con Ethan. Fuimos hacia la mesa del salón que usábamos solo para ocasiones especiales y coloqué a Ethan en mi regazo para poder pintar los dos. Poco a poco Ethan fue pintando menos hasta que se quedó dormido en mi pecho como cuando era un bebé. Le llevé hacia el sofá más pequeño que era de dos plazas, y le cubrí con una manta.

Edward llegó poco después y vi la incertidumbre en su mirada. No sabía si sentarse a mi lado en el sofá o dejar un hueco libre y sentarse al otro extremo. Era una tontería pero en cosas pequeñas como estas eran en las que más notaba la falta de confianza.

Le animé a sentarse a mi lado palmeando el sitio de mi lado con una sonrisa que él me devolvió. Pero me sorprendió cuando en vez de limitarse a sentarse a mi lado y pasar un brazo por mis hombros, se tumbó a lo largo del sofá y apoyó la cabeza en mi regazo.

Ambos mirábamos la tele sin prestarle demasiada atención. Él acariciaba con su dedo índice mi rodilla y yo introducía suavemente mis dedos en su pelo y los sacaba quitando los pequeños enredos que pudiese tener.

Así pasamos gran parte de la tarde hasta que Ethan comenzó a revolverse en el sofá contiguo y se levantó pidiendo la merienda. Como cada día después de la siesta Ethan se levantaba con las pilas al 100% y se proponía agotar a su padre. Se pasó la tarde corriendo y chillando por toda la casa mientras que intentaba esquivar a Edward. Yo aproveché y me metí al despacho de Edward para buscar trabajo desde su portátil. A Edward no le parecía bien que despidiesen gente solo por no hacer un curso, el cual estaba lejos de la ciudad en la que vivimos y duraba medio año, algo incompatible con una persona que como yo tuviese familia. Al parecer no había trabajo ni traduciendo los carteles publicitarios al sistema braille.

Cenamos entre risas y sin perder ojo a Ethan que no hacía más que levantarse para irse al salón a jugar, así que a Edward y a mí nos tocó turnarnos para comer con él cogido. Nos costó sudor, lágrimas, sangre… hasta lo impensable para que se durmiera. A partir de hoy la siesta iba a durar una hora como mucho pues luego no había fuerza humana que le metiese en la cama.

Edward y yo nos dirigimos al dormitorio como cada noche y era curioso que mientras él se ponía el pijama yo me volvía a poner la ropa de calle excepto los zapatos.

Una vez acostados en la cama, él dentro y yo fuera encima del edredón, comenzó a besarme la curva del cuello desde la oreja hasta la clavícula poniéndome la piel de gallina a su paso.

-Quédate- me pidió contra mi hombro derecho. Y es que no había noche que Edward no me intentara convencer de quedarme junto a él en la cama. Pero ambos sabíamos lo que pasaría si me quedo a dormir en la misma cama que él y yo no quería llegar a ese punto de momento. Y después de lo que ha pasado hoy mucho menos.

-Sabes que no…- le respondí mientras bajaba mi cabeza hasta llegar a su nariz y dejar un suave beso sobre ella.

-¿Por qué no? No me digas que no tienes ropa, tienes ropa suficiente como para quedarte aquí una semana sin repetir ropa y dos si repites unos vaqueros y una camiseta.

-Vaya has echado las cuentas…- dije sorprendida para darle un beso en la boca. Él profundizo mucho más el beso hasta introducir su lengua y comenzar a jugar con la mía. Paró un pequeño instante para coger aire.

-Ya sabes cómo soy… que a mi chica no le falte de nada.- los ojos se me aguaron al volverme a llamar mi chica. Hacía mucho que no me lo decía, creo que desde que nació Ethan. Entonces pasé a ser la mujer que le dio el mayor regalo del mundo. Aunque yo estuviese perdida en mis pensamientos Edward no perdió el tiempo para nada y sin darme cuenta estaba encima de mí besándome con fuerza pero sin ansiedad. Sus manos bajaron por mis costados de forma lenta pero acariciando todo lo que estaba a su paso. Al pasar por mis pechos estiró sus pulgares al máximo hasta que tocó la parte inferior de mis pechos. Inevitablemente al instante mis pezones se irguieron pero no era visible a simple vista debido al sujetador grueso que llevaba. Edward siguió besándome cada vez más hacia el sur por encima de la ropa hasta que llegó a la altura del ombligo.

Metió su mano por debajo de mi chaqueta y mi camiseta acariciando en círculos esa zona. Fue subiendo poco a poco la mano hasta llegar a la unión de las dos copas de mi sujetador. Metió otra mano por debajo de mi camiseta hasta que ambas manos estuvieron encima de cada copa. Bajaron un poco hasta el borde del sujetador y comenzaron a introducirse poco a poco bajo este. Edward sabía cómo tocarme y donde tocarme. Ambos dedos corazones  acariciaban suavemente pero sin descanso mis pezones.

Por primera vez desde que habíamos empezado con esta sesión de sexo con ropa Edward levantó su mirada hasta unirla a la mía y sus ojos reflejaban deseo, deseo contenido y a punto de explotar.

Sacó sus manos de debajo de mi sujetador y las puso encima de mis pechos pero por encima de la ropa. Con un gemido mitad gruñido le indiqué que no me gustaba que hubiese parado de acariciarme el pecho. Con una sonrisa ladeada abrió los primero botones de mi chaqueta y bajó los tirantes de mi camiseta hasta dejar mi sujetador negro totalmente a la vista.

Beso el borde de las copas del sujetador haciéndome estremecer. Bajó los tirantes del sujetador y más tarde las copas hasta liberar mis pechos que ya estaban erguidos. Estos saltaron al verse liberados ofreciéndose casi de manera voluntaria a ser besados por Edward.

Edward comenzó a besar mi pezón derecho y a dar suaves lametones con forma de círculo sobre él. Pellizcó un poco el otro pezón haciendo que el calor que sentía en mi pecho bajase hasta mi vientre. Apreté inconscientemente mi vagina en señal de placer y elevé las caderas aumentando el roce con el cuerpo de Edward.

Este sintió mis caderas y cambió su boca hacia el otro pezón mientras una mano bajaba desde mi pecho hasta mi sexo. Cuando llegó allí pasó una mano por encima de los vaqueros ejerciendo un poco de presión pero que me hizo soltar un jadeo. Edward levantó su cabeza de mi pecho y me beso ahora sí de forma furiosa. Mi deseo estaba incontrolable y le agarré fuertemente del pelo para evitar que se alejase de mí con una mano y con la otra bajé por su torso tocando todo lo que pillaba a mi alcance en el camino hasta la parte más ardiente de su anatomía. Pasé la mano suavemente por encima de su pene aún teniendo capas de ropa encima pude apreciar su dureza. Soltamos ambos un jadeo y cuando menos me lo esperaba se levantó de encima de mí y se puso a mi lado. Pasó un brazo por debajo de mi cabeza y la mano acariciaba mi pecho izquierdo que aun estaban expuestos a su voluntad.

-¿Y ahora?, ¿te quedas a dormir?- me preguntó sonriendo.

-Nop- dije en venganza por haber parado en la mejor parte. Me levanté de la cama pero antes de poder ponerme en pie Edward estaba pegado a mi espalda. Podía notar lo duro que seguía estando ya que su pene estaba justo a mitad de mi espalda. Las hábiles manos de Edward se metieron por dentro de mi ropa de nuevo hasta llegar al enganche de mi sujetador. Yo estaba atónita y no me di cuenta de nada hasta que saco mi sujetador completamente y lo zarandeaba con un dedo en el aire.

-¿Qué haces?- le pregunté divertida.

-Si no te quedas a dormir muy bien. Pero con esto- dijo oliendo mi sujetador- me quedo yo.- solté un bufido que solo provocó una sonrisa en su rostro- protégelos bien, son míos- dijo refiriéndose a mis pechos mientras los agarraba fuertemente desde atrás. Solté un gemido de dolor y placer cuando aprisionó mis pezones entre sus dedos como si fuesen plastilina. Di por finalizada nuestra sesión de meter mano cuando comenzó a abrochar los botones de mi chaqueta cubriendo mis pechos completamente. Abrochó todos los botones incluso los que yo siempre dejaba abiertos para no agobiarme.

Me levanté de la cama frustrada sexualmente y me puse los zapatos. Me iba a ir sin despedirme a posta por parar cuando más necesitaba estaba. Por dios llevaba nueve meses sin sexo, sin ser tocada, ni siquiera me había dado pacer a mí misma. Era como encender la mecha de un petardo y apagarla justo antes de que llegase a tocar la pólvora.

-¿Te pensabas ir sin despedirte?- me preguntó mientras me agarraba de un brazo y me pegaba a él haciéndome sentir de nuevo su erección. Mis planes eran un simple beso pero Edward decidió profundizarlo más. Mientras nuestras lenguas tenían una batalla en nuestras bocas sus manos bajaron a mi trasero y lo apretó ligeramente. Lo empujó hacia su cadera haciéndome sentir aun más su erección. Nos separamos cuando vimos que volvíamos a perder el control y después de varios besos más me dejo ir. Cuando llegué a mi apartamento tuve que hacer algo que no hacía desde hace años… darme una ducha fría.

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Pasó una semana después de nuestra sesión de casi sexo. Hoy Edward había mandado cambiar la cerradura de la puerta principal en el caso de que Nicole se hubiese hecho con una copia de la llave.

Nuestras sesiones de casi sexo eran obligatorias diariamente mientras Ethan dormía la siesta y por la noche cuando dormía plácidamente. Jamás llegamos al sexo completo, vamos sin penetración. O sin penetración de su miembro. Había olvidado lo bien que se le daba a Edward masturbarme, sabía donde tocar y eso me volvía loca. También había olvidado lo largo y ancho que era su pene. El otro día mientras me arreglaba para ir a casa de Alice, él se estaba bañando. Ambos estábamos en el baño perdidos en nuestros pensamientos hasta que salió de la ducha, obviamente desnudo. Edward podía presumir de muchas cosas, pero sobre todo podía hacerlo de tener un pene enorme.

Ahora estaba en casa sola con Ethan. Edward había venido a comer y se había ido a una reunión que le había surgido a última hora y Ethan estaba dormido. Asique yo estaba en el sofá con la tele encendida pero leyendo un libro. Un gran estruendo me hizo salir de mi tranquilidad y el cuerpo se me quedó paralizado por un momento. Salí al recibidor pero no vi nada, subí las escaleras en dirección a la habitación de mi hijo con el móvil en la mano. No lo iba a negar, estaba cagada de miedo.

Entre al cuarto de mi hijo que estaba en penumbras pero pude divisar el cuerpo de Ethan debajo de las mantas y otro cuerpo, de un adulto a su lado. El miedo dio paso a la ira y sin querer mis manos se convirtieron en puños.

-Nicole- susurré apretando los dientes.

-Hola Isabella- me saludó tan tranquilamente.

-¡Sal ahora mismo del cuarto de mi hijo! ¡Sal de mi casa!- le dije histérica en susurros.

-¿No crees que Edward y yo, bueno más bien nuestros genes, dan lugar a niños hermosos?- preguntó acariciando la cabeza de mi hijo- y no es tu casa, es mía. Te pido por favor que te vayas, Edward volverá en un par de horas y no quiero que se altere al verte aquí.

¿Pero qué cojones estaba diciendo? Definitivamente Nicole estaba loca, pero loca de verdad.

-¿Pero qué estás diciendo? Ethan es nuestro hijo, mío y de Edward. Y esta casa no  es tuya es nuestra.- le aclaré en un susurró. Cada vez me estaba poniendo más nerviosa.

Me acerqué a ella y con más fuerza de la necesaria la agarré el brazo y la llevé fuera de la habitación de Ethan. Tenía la mirada perdida y parecía que no era consciente de la realidad. La di un tortazo con todas mis fuerzas poniendo en él toda la rabia y la ira que está mujer me producía. Parece que el tortazo la despertó de su aturdimiento y me miró con una mirada desquiciada, tenía los ojos fuera de sí y un estremecimiento me recorrió el cuerpo. Mi instinto me decía que huyera ahora que podía peor mi conciencia sabía que no podía hacer eso y dejar a mi hijo aquí a su suerte.

Me devolvió el tortazo, ese y otros más junto con alguna patada en el estómago. Mi mente inmunizó el dolor y ahora solo podía pensar en Ethan quería correr a su habitación y abrazarle para asegurarme de que no le iba  a pasar  nada o coger mi móvil y llamar a Edward y que viniera inmediatamente, pero tampoco era posible porque mi móvil había caído al suelo en uno de los intentos por defenderme de los golpes, en el suelo del piso de arriba. Ahora estábamos en las escaleras.

-Te dije que no te metieras, que Edward era mío. Intenté que Edward te odiara pero no lo conseguí, intenté que lo odiaras a él cuando vieras que intentaba quitarte a tu hijo pero tú volviste a sus brazos. Intente hacerle ver que su vida sin mí era una cosa sin sentido pero viniste tú y lo jodiste todo. Tú. Sobras.- me empujó hacia atrás haciéndome caer de culo al escalón de detrás de mí, no rodé pero me quedé recostada en el escalón demasiado tiempo. Ella aprovechó este tiempo para tomar ventaja y me puso uno de sus zapatos de tacón en mi cuello. Cada vez aumentaba más la presión sobre mi garganta. La visión se me volvía negra por momentos y lo último que oí fue un ‘’adiós Isabella’’

De un momento a otro un ruido de algo que caía me sacó de la inconsciencia y al mirar hacia abajo me encontré con el cuerpo de Nicole rodando escaleras abajo. Paró al llegar al final de las escaleras, cerré los ojos respirando tranquilamente. Hasta que la cordura legó a mí y recordé a mi hijo.

Me levanté de golpe ganándome un mareo y teniendo que apoyarme en la barandilla para no caerme. Mi vista cada vez estaba más entonada, notaba que volvía a la vida cada vez más. Miré el escalón en el que me encontraba antes, donde creí que iba a morir y me encontré con la persona que menos espere que me pudiese defender de Nicole.

Ethan. Mi pequeño bebé me había salvado, tenía lágrimas en las mejillas y se sorbía la nariz ruidosamente.

Me acerqué a él y le abrace.

-Mami, mami, mami… repetía llorando una y otra vez.

-Shh estoy bien cariño- dije con dificultad- gracias mi amor, me has salvado cariño.

-¿Entonches no me vais a castigar por empujar a Nicole?- preguntó mientras una sonrisa se formaba en su rostro. Le volví a abrazar, sino fuese por él ahora mismo no sé qué sería de mi.

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