Capítulo 22
Bella PVO
Lloré, lloré y lloré por no sé cuánto tiempo sentada en esa acera. Ahora una fina lluvia caía sobre Seattle. Mojaba las calles, los coches, las aceras, me mojaba a mí… mi vestido estaba completamente pegado a mi cuerpo, los mechones más cercanos al rostro los tenía pegados a mis mejillas y la visión era borrosa debido a las lágrimas y a las gotas de lluvia.
-¿Bella?- escuché una voz a lo lejos pero no me levanté de la acera ni me di la vuelta para ver de quien se trataba.- ¿Bella?- preguntó la misma voz un poco más cerca. La dueña de la voz se puso delante de mí mostrándome su identidad. No pude distinguirla bien pero la reconocí por lo llamativo de su cabello, rojo anaranjado. Era Victoria.
Finalmente levanté la cara hacia la lluvia y restregándome los ojos vi que ella se estaba cubriendo la cabeza con su pequeño bolso de mano verde esmeralda a juego con su mono de pantalón largo.
-¿Bella qué haces aquí? ¿Y con esta lluvia? ¿Y Edward?- la última pregunta provocó que mi llanto aumentase de volumen. Victoria abrió los ojos sorprendida, miró a los lados para confirmar sus pensamientos- Ven, sube al coche. Te llevaremos a casa si sigues aquí cogerás una pulmonía.- me intentó levantar cogiéndome del brazo pero en un acto reflejo me zafé de ella y me puse en pie yo sola.
Victoria retrocedió un paso asustada por mi reacción pero en seguida me agarró del bíceps y comenzamos a andar.
Nos dirigimos al coche donde James tiró el cigarro nada más vernos y me ayudó a mí y a su mujer a subir a este. El coche comenzó a recorrer las desiertas y húmedas calles de Seattle. Iba perdida en mis pensamientos, rememorando cada parte de los hechos hasta que una voz me sacó del trance.
-Para en el arcén cariño- dijo Victoria.
Su marido la obedeció sin chistar y paro al lado izquierdo, al lado de una tienda de deportes.
-¿Qué está pasando Bella?- preguntó Victoria girándose en el asiento del copiloto para verme. James tampoco paraba de mirarme a través del retrovisor.
-¿Por qué?- insistió.
-Estábamos en la mesa cuando llegó Laurent, empezó a sacar toda la mierda y Edward se fue….- dije todo rápidamente y sin hacer ninguna parada para coger aire.
-Bella no te he entendido repítelo más despacio por favor.
-No Vic, no me hagas repetirlo por favor- dije con un hilo de voz. De un momento a otro Victoria estaba en el asiento trasero abrazándome y tranquilizándome mientras ríos de lágrimas se desbordaban por mi cara.
-Llegamos- anunció James con voz neutral. Victoria al ver mi indecisión miró a la casa donde seguramente estaría Edward y suspiró fuertemente.
-James cielo mejor llévala a su piso, está en Green Lake- James asintió y arrancó de nuevo el coche en dirección opuesta. Por el espejo retrovisor vi como se iban quedando atrás mi casa, el volvo de Edward, mi vida, mi familia, mi hijo, mi marido…
¡Para!- grité a James que por el susto se sobresaltó y paro súbitamente. Debido a la fuerza del frenazo nuestros cuerpos se fueron hacia delante y caímos de nuevo en el asiento golpeándonos suavemente la nuca y la espalda.
-¿Bella qué demonios haces?- preguntó Vitoria a mi lado cuando se recuperó del golpe.
-Si me voy lo pierdo todo y no puedo perderlo todo. No puedo Victoria.
-No te entiendo bien pero haz lo que creas que tienes que hacer.
-Gracias Victoria- la dije dándola un beso en la mejilla- James- dije dirigiéndole una mirada a través del retrovisor. Abrí la puerta del coche y corrí al exterior como si fuera una maratón. Antes de llegar a la verja del jardín Victoria abrió la ventanilla y gritó:
-Si necesitas algo llámame, da igual que hora sea- levanté los pulgares para indicarla que la había oído y el coche comenzó a desaparecer calle abajo.
Abrí la verja sigilosamente e igualmente la cerré. Caminé despacio hacia la puerta de entrada y cuando subí el pequeño escalón me congelé.
Se podían escuchar los ruidos de las hojas de los árboles mecerse suavemente por la brisa heladora de abril, podía escuchar a los animales del bosque que estaba a pocos metros de mi casa… podía escuchar muchos ruidos en el exterior pero del interior… nada. Una corriente de miedo pasó por mi cuerpo para quedarse en mi estómago e hizo que retrocediese cinco pasos de mi posición. Estaba decidida a irme e intentarlo mañana o tirar la toalla. De repente la valentía que había tenido en el coche de Victoria se había esfumado. Giré la cabeza para dar un último vistazo a la fachada de madera de la que siempre seria mi casa antes de desandar el sendero de piedra que llevaba a la puerta principal y abandonar mi casa.
Di un paso más, uno solo pero ninguno más. De repente la valentía volvió a mí y recorrí los seis pasos que había retrocedido hasta colocarme en la puerta. Cuando llegué a la entrada cogí las llaves y con cuidado las metí en la cerradura para no hacer ruido.
No había dado ni una vuelta cuando la puerta se abrió de repente asustándome. Tras ella estaba un Edward con los ojos rojos pero con la mirada atormentada. Di un gritó debido al susto pero Edward me silenció con su mano.
Nos quedamos mirando fijamente mientras su mano seguía en mis labios impidiéndome hablar. No sé cuánto tiempo estuvimos analizándonos el uno al otro pero sin yo esperarlo me llevó junto a él dentro de la casa y me abrazó firmemente contra su pecho.
Al principio yo me quedé quieta en mi sitio y sin moverme con los brazos a cada lado de mi cuerpo pero poco a poco fui saliendo de mi aturdimiento y le rodee con mis brazos igual o más fuerte que él. Comencé a llorar en su pecho pero él no se dio cuenta hasta que no sintió mojada su camisa, llevaba la misma ropa que cuando dejó el club, y me separó de él en contra de mi voluntad.
Me agarró ambas mejillas con ambas manos para forzarme a mirarle a la cara pero mis ojos seguían enfocados en el suelo soltando lágrimas.
-Bella- me llamó pero aun así yo no levanté la mirada- Bella escúchame por favor.- fue en ese momento cuando su voz sonaba ronca, con dolor y arrepentimiento- lo siento, lo siento, lo siento- me dijo mientras me besaba la frente- siento mucho haberte tratado así hace unas horas, lo siento mucho y estoy arrepentido por ello…
-Edward… entiendo que no confíes en mí. La confianza es una cosa que se da con el tiempo y la nuestra nos va a costar más de tres meses. Pero nunca vamos a confiar en el otro si cuando hay un problema no nos damos el beneficio de la duda.
-Yo lo sé Bella, pero tú estabas allí cuando se presentó ese… tu…- vi cuanto le dolía y le costaba recordar ese momento así que le callé poniendo mi mano en sus labios- me estaba provocando para que…- dijo cuando consiguió retirar mi mano de sus labios.
-Edward basta- le indiqué- tenemos que prometernos el uno al otro siempre darnos el beneficio de la duda por lo menos, pero en este caso es que no era necesario.
-No te entiendo- dijo alejándose de mí.
-Pues… que sí Edward, que yo entiendo que estés dolido, que no confíes en mí, pero… esta noche te has ido y me has dejado allí tirada por algo que yo no he podido evitar. El que Laurent estuviese allí y haya dicho todo eso no ha sido mi culpa pero aun así lo has tomado contra mí sin ni siquiera darme el beneficio de la duda. Te has enfadado conmigo por una cosa que yo no manejaba…
…fue mi falta engañarte, fue mi falta Edward… pero creo que ya estoy pagando por ella. Creo que el haber vivido todos estos meses separada de ti, separada de mi hijo, saber que a la persona que más quieres en el mundo la has dañado hasta límites que no sospechas y que te odia es un precio justo a pagar por el daño que te causé.
-Yo nunca dije que te odiara- me recordó Edward a un metro de mí, cruzado de brazos y sin perder detalle de mi confesión.
-Pero lo haces…
-No pongas palabras en mi boca que yo no he dicho- dijo elevando la voz.
-No lo has dicho pero cada vez estoy más convencida de ello. Y no te culpo porque es normal, porque lo merezco Edward. Ahora solo te estoy pidiendo que si de verdad me quieres de vuelta en tu vida que yo voy a dejarme la piel en el asfalto para volver a ser digna de ti pero que por favor no me pongas chinchetas en él porque quizás no lo soporte. Y yo no quiero volver a perderte, a tener que ver a mi hijo un número de horas específicas, no quiero volver a perderme, no quiero…- le confesé volviendo a llorar a mares. Él intentó acercarse pero extendí la mano hasta que toqué su cuerpo asegurándome así una cierta distancia.
-Pero juntos no nos vamos a volver a perder- dijo poniendo su mano sobre la mía, a la vez que esta estaba sobre su corazón- porque no hay cosa que yo más quiera en el mundo que volver a tener a mi mujer de vuelta. Volver a entrar en casa y verte hacer la comida a la vez que vigilas a nuestro hijo, pasar las tardes compartiendo juegos con él, irme a la cama y dormirme abrazado a ti sabiendo que a la mañana siguiente vas a estar allí de nuevo, que no te vas a ir a media noche y no te voy a volver a ver hasta el día siguiente, volver a hacerte el amor…- susurró. La distancia que yo había impuesto entre nosotros quedó reducida a polvo con esa última frase. Me acordé de que hace unas horas en el restaurante me estaba planteando la posibilidad de volver a estar con Edward en todos los sentidos y que seguramente de no ser por Laurent ahora mismo estaríamos en nuestra cama, unidos, amándonos, recuperándonos…
Nos abrazamos de nuevo y Edward bajó su cabeza mientras que yo elevaba la mía para fundirnos en un beso lleno de ternura con sabor a perdón. Sin dejar de besarnos Edward se agachó hasta que pasó sus manos por mis pantorrillas y me cargó al estilo novia hasta nuestro dormitorio.
Me dejó suavemente en la cama y sin apartar la mirada de mis ojos comenzó a besar desde mi cuello hasta mi abdomen por encima de la ropa. Cuando llegó a mi estómago volvió a subir su boca por mi cuerpo pero acompañado de sus manos que poco a poco subían el vestido hasta que estuvo a la altura de mis pechos y me erguí en la cama para quitármelo. Edward me hizo un repaso en toda regla con su mirada y después me miró lleno de amor y pasión para volver a besarme.
Yo estaba como en una burbuja. No podía asimilar el que hace dos horas yo estaba tirada en una calle de Seattle llorando por su abandono y ahora estaba entres su brazos a punto de volver a ser su mujer. Completamente su mujer. Estaba tan perdida en mis pensamientos que dejé solo a Edward en la labor de amarnos y él lo tomó como otra sesión de casi-sexo y comenzó a alejarse de mi cuerpo. Por suerte le agarré rápidamente de la camisa antes de que se hubiese alejado demasiado y le hice girarse de tal manera que ahora era él el que estaba apoyado en la cama y yo estaba subida a horcajadas encima de él. Fui desabrochando cada botón de su camisa y besando cada parte de su pecho que era descubierta. Poco a poco la camisa estaba totalmente abierta y lo siguiente que tenía que abrir era el frio y brillante cinturón negro con la hebilla dorada. Comencé a desabrocharle el cinto ya retirárselo de las trabillas del pantalón pero él me volvió a girar para quedar yo apoyada en el colchón.
Como todo un experto y buen conocedor de mi cuerpo que era me quitó el sujetador en un solo movimiento liberando mis pechos. Mis pezones se irguieron de forma incontrolada cuando su vista se fijó en ellos durante un gran lapso de tiempo. Edward volvió a mirarme y puso su cabeza a la misma altura que la mía para besarme y a la vez mis pezones chocaron contra su musculoso pecho. De un momento a otro estábamos los dos de rodillas en la cama, Edward detrás de mí. Notaba como la cama se movía debido a los movimientos que hacia Edward al quitarse el resto de la ropa. No quise darme la vuelta para no cortar la magia y de un instante el erguido pene de Edward me rozó las nalgas. Pegó un poco más su pelvis a la mía clavándome su erección mientras de un tirón rompía mi tanga.
Puso su mano entre mis muslos para separarlos y recordé que esta vez no era como las que recordaba. Esta vez Edward no me había estimulado antes de introducirse dentro de mi hasta el punto de que casi tenía un orgasmo, peor daba igual porque en este momento estaba tan mojada o más que si lo hubiese hecho.
Las manos de Edward sujetaron mis pechos desde atrás y yo volví la cabeza por el placer. Edward me besó la curva del cuello mientras su miembro se colaba por el hueco que había entre mis muslos pero sin introducirse en mí. Yo pasé mi brazo izquierdo hacia atrás y rodee su cabeza agarrándole del pelo para mantenerle cerca de mí. Él comenzó a moverse hacia delante y hacia atrás, restregando su pene por mis labios y presionando con la punta mi clítoris.
-Mmmm- solté mientras apretaba sin poder evitarlo mi vagina.
Edward me dio la vuelta rápidamente y me apoyó en la cama completamente con mi cabeza encima de los cojines de adorno.
-Mírame Bella, mírame mi amor- me dijo a la vez que se introducía dentro de mí. Notaba como tiraban mis paredes debido a la falta de práctica pero a los pocos instantes se adaptaron en seguida a Edward. Compartimos una mirada y nos besamos de forma cariñosa y suave, cuando nos separamos nos volvimos a mirar y a sonreír. Estábamos juntos, ahora sí que lo estábamos. Éramos uno y nos amábamos. Edward comenzó a moverse dentro de mí impulsado por sus brazos los cuales estaban a cada lado de mi cabeza con las palmas extendidas sobre el colchón.
-Bella….Bella… eres mía.
-Completamente… tuya…
-Soy el único dentro de ti.
-Eres el único… - solté un jadeo cuando Edward aumentó el ritmos de las embestidas pero sin perder el contacto visual- que me ha hecho… el amor.
Continuó moviéndose dentro de mí y demasiado pronto para mi gusto mi vagina comenzó a palpitar y estrecharse en torno al pene de Edward.
-Espera Bella…- me pidió Edward aumentando aun más sus embestidas si era posible.
Intenté lo que me dijo pero me era imposible de controlar el orgasmo que corría por todo mi cuerpo para liberarse.
-Noo… no.. Puedo… ahhhhh- grité cuando sentí como me elevaba de la cama junto a Edward y flotaba durante escasos segundos para poco a poco volver a mi cuerpo.
Edward también se liberó en mi interior y cuando terminó comenzó a salir de mí pero no se lo permití.
-¡Bella!
-Aún no te… salgas- le pedí. Volvió a introducir la porción de su pene que había sacado de mi interior y agotado apoyó su cabeza en mi pecho mientras ambos recuperábamos la respiración.
Cuando me vi con las fuerzas necesarias para mantener una conversación sin parar a tomar aire cada dos palabras lo llamé.
-Edward- le dije mientras acariciaba su clavícula con mi dedo índice.
-Mmmm- me contestó.
-Mírame- como si fuera una orden giró su cabeza y apoyó su barbilla en mi canalillo para mirarme a los ojos.
-Te amo- le dije mirándole con todo el amor que tenía para él, únicamente para él.
Él pestañeó durante varios minutos y cuando pensé que no me iba a contestar, se levantó saliendo de mí por completo lo que provocó que gimiera sin poder evitarlo y me agarró de la cintura levantándome de la cama hasta quedar de rodillas ambos y luego él se echó para atrás hasta apoyar su espalda en el colchón llevándome consigo.
-Y yo también te amo. Y no sabes hasta que límites si es que tiene límites- me respondió besándome de nuevo.
No sé como ocurrió pero de un momento a otro estaba de nuevo a horcajadas suyas con su miembro erecto en mi entrada. Esta vez fui yo la que lo condujo hacia afuera.
Eran las seis de la mañana pero hasta las nueve estuvimos despiertos haciendo el amor o regalándonos miradas, besos y caricias que demostraban con hechos nuestras últimas palabras.
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