lunes, 2 de abril de 2012

capitulo 23

Capítulo 23

Bella Pvo

Desperté totalmente desorientada, en una cama desconocida y familiar al mismo tiempo en una habitación que siempre catalogaría como mía. Y no solo porque puse el 100% de mi persona en la decoración, sino porque mi vida o al menos la parte más importante de esta estaba escrita sobre este colchón, en los rallones del cabecero y en las manchas de la alfombra que tan solo eran visibles si le prestabas especial atención.

Con un suspiro me di la vuelta y volví a cerrar los ojos para disfrutar del poco tiempo que me quedaba antes de levantarme. Sonreí al respirar el aroma característico de Edward… espera de Edward. Y la conciencia llegó a mí.

La discoteca, Laurent, el enfado, Tania, la charla, el sexo… ¡o dios mío! Ayer Edward y yo volvimos  a hacer el amor y después de eso…

Levanté la cabeza rápidamente y tuve que volver a apoyarla debido al mareo por levantarme tan rápido. Más despacio me levanté de la cama, apoyé la espalda en el cabecero y busqué a Edward por la habitación, solo encontré el sonido de Gotta Be Somebody de Nickelback proveniente de la puerta entornada del baño.

Me levanté sigilosamente de la cama y comencé a buscar ropa en la cómoda que sorprendentemente no había nada. No podía ponerme la ropa de anoche porque estaba mojada e incluso la ropa interior, sino recuerdo mal, rota.

Estaba dando vueltas por la habitación buscando ropa cuando no me di cuenta de que la puerta del baño que estaba entornada se abrió completamente dejando pasar el vapor del baño hacia la habitación. Continué buscando ropa de Edward  en la cómoda que me pudiese valer, sin éxito.

-¿Qué estás haciendo?- la voz de Edward me alarmó y me provocó un pequeño sobresalto. Me giré para mirarle a la cara y me lo encontré con los brazos cruzados, apoyado en el marco de la puerta y con el ceño fruncido- ¿qué haces?- me volvió a preguntar.

-Buscar ropa. La de ayer está mojada.- le expliqué.

Él desdoblo los brazos y caminó hacia el armario pero no relajo el ceño.

-Está aquí- me explicó- como antes- me informó con una sonrisa la cual yo no le correspondí. No podía explicar el por qué pero tenía una sensación extraña que me hacía actuar de esta manera, como poniendo una barrera entre ambos.

Caminé hacia el armario y pasé a su lado sin dedicarle una simple mirada. Escogí un pantalón de yoga y un jersey de punto bastante ancho. Y los dejé en la cama para ponérmelos.

-¿Se puede saber qué te pasa?- me preguntó un ofuscado Edward.

-Nada… simplemente podrías…- le medio dije y terminé mi oración girando mi dedo índice para que viese a que me refería.

-¿Qué si podría darme la vuelta?- preguntó entre sorprendido y confundido.

Asentí.

Él soltó una breve y sonora carcajada para luego mirarme con toda la seriedad del mundo.

-No- dijo solemne.

-¿No?- pregunté medio en trance.

-No.

-Por favor…

-No, Bella, no. Te he visto desnuda casi tantas veces como tú misma, te conozco a la perfección y esto lo veo una cosa absurda. Además no sé qué coño te pasa…- paró un momento para mirarme repentinamente y de un momento a otro sus ojos pasaron de la confusión al entendimiento y finalmente al enfado- te arrepientes.

¿Qué? ¿Cómo?

-¡No!- le dije elevando la voz- desde luego que no.

-Oh sí, lo haces. Pero no logro entender el porqué.

-Porque no lo hago. No me arrepiento, de nada- le aseguré mientras llegaba a su lado. Puse mis manos en sus bíceps y me alcé de puntillas para darle un suave beso en los labios- pero me he levantado con una sensación rara.

-¿Cuál?- preguntó mirándome sin el ceño fruncido por primera vez en toda la mañana.

-No sé describirla, es como si nos fuésemos a separar de nuevo. Por eso estoy en alerta y no me confió, no lo sé. No me hagas caso lo más seguro es que me esté volviendo paranoica.

Edward me hizo quitar mis manos de sus bíceps para abrazarme contra su pecho y me susurro

-No tengas miedo, ahora todo está bien- asentí dejándome convencer por sus palabras. Me besó de forma dulce haciéndome olvidar todos mis pensamientos pesimistas sobre nosotros.

-¿Te apetece darte una ducha?- me preguntó separándome levemente de su cuerpo para mirarme a los ojos y yo me limité a asentir con la cabeza.

Nos duchamos juntos, bueno Edward  se limitó a volverse a mojar, y después bajamos a desayunar.  Edward puso la mesa y vio las noticias mientras que yo preparaba el desayuno que constaba de huevos revueltos, zumo de naranja y un café bien cargado porque a pesar de todo los dos teníamos algo de resaca. Más tarde fuimos a casa de Esme a comer y recoger a Ethan que como siempre que dormía en casa de los vuelos estaba revolucionado y no paraba de hablar y gritar.

La peor parte fue al final de día. Yo estaba indecisa en que hacer, me quedaba a dormir o me iba a mi casa. El haber hecho el amor de nuevo había cambiado las cosas entre nosotros.

Esperé al pie de las escaleras a que Edward bajase de acostar a Ethan y tratar el tema entre los dos.

-¿Qué haces aquí sentada? Vamos al salón- me dijo una vez que bajó de la habitación de Ethan, el ya tenía el pijama puesto.

-Edward espera… yo no sé. Lo que pasó anoche significa que ¿puedo… volver… a casa?- pregunté sin atreverme a mirarlo directamente a la cara.

Su silencio quizás duró unos pocos segundos pero a mí se me hicieron eternos.

-No, no puedes- contestó. Yo contuve la respiración y sin volver a mirarle me dirigí hacia la puerta teniendo una batalla interna contra mis lágrimas que pugnaban por salir- no puedes más bien debes- terminó de decir mientras me agarraba del brazo evitando que me fuera.

Me besó apasionadamente y antes de que nos diésemos cuenta estábamos tumbados en la alfombra del salón frente al fogón y nuestra ropa estaba esparcida por el suelo.

Edward volvió a hacerme el amor pero esta vez de forma más ruda y fuerte lo que hizo que llegase mucho antes al orgasmo. Mientras tocábamos el cielo y veíamos el sol y toda la vía láctea repitió incontables veces que me quedase, que era su mujer, que tenía que estar a su lado y yo incapaz de formar una frase coherente en mi cabeza me limité a contestarle con monosílabos y con besos que intentaban traspasar las barreras de mi corazón y las del suyo haciéndole sentir el mismo amor que yo sentía en mi corazón y que era únicamente por él.

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Desde ese día mi rutina cambió. Hacía dos semanas que no pasaba por mi apartamento pero tampoco lo echaba de menos. Tan solo había ido al día siguiente para recoger toda la ropa. Ahora el armario estaba a tope entre mi ropa y la de Edward.

Ethan no cabía en sí de felicidad y aunque no lo dijese con palaras sabía que se debía a que sus padres estaban juntos de nuevo.

Un día en el que Edward nos fue a recoger al parque donde estaba con Rose me vio sostener a la pequeña Hayden e intercambiamos una mirada llena de añoranza. Nunca habíamos hablado de cuántos hijos queríamos tener y después de tener a Ethan tampoco nos lo planteamos porque no podía quedarme embarazada a menos hasta dentro de otros dos años. Y después pasó todo el episodio de Laurent y demás y aunque yo sabía que esa mirada significaba que un bebé ahora le haría mucha ilusión también sabía que no era el mejor momento.

Apenas volvíamos a vivir juntos y las cosas habían cambiado, nosotros habíamos cambiado y teníamos que acostumbrarnos de nuevo a nosotros antes de acostumbrarnos a una nueva personita en la familia.

A pesar de todo no hablé del tema con Edward cuando llegamos a casa. Aunque el imaginarme a mí embarazada de nuevo me trajo un recordatorio.

El primer día que Edward y yo volvimos a tener relaciones no usamos protección y el segundo tampoco. A partir de ahí sí que recuerdo a Edward poniéndose o quitándose el condón. Miré el calendario y comencé a contar días.

Resulta que aquellos pequeños lapsus habían sucedido al principio de mi ciclo menstrual por lo tanto las posibilidades de quedarme embarazada eran bastante improbables. Cruzando los dedos y rezando a todo dios que alguna vez hubiese oído hablar de él rogué por no haberme quedado embarazada. Aunque como había prometido a Edward la semana que viene iría al ginecólogo para volver a tomar las píldoras y librarnos de usar el molesto condón.

Salí de mis pensamientos cuando alguien me azotó en el culo fuertemente. Era Edward.

-¿Dónde estabas? ¿Te has ido de vacaciones durante unos minutos?- preguntó mofándose de mí.

-Sí más o menos- volví a lo que estaba haciendo, volver a pegar las fotos que Nicole rompió en un nuevo álbum, hasta que llegué a las más… picantes. Eran fotos de una época en la que a Edward y a mí nos picó la curiosidad y nos dio por hacernos fotos desnudos e incluso una vez nos grabamos mientras hacíamos el amor. Creo que ese DVD pasó a mejor vida, juraría que Edward se lo dio a Charlie para que lo pusiera en los árboles frutales del jardín y evitar así que los pájaros picasen la fruta. Ese día juré matar a Edward. Ni siquiera estábamos casados, seguía siendo la niña de papá.

-Edward mira estas- dije lanzándole el sobre que las contenía.

Él abrió el sobre y al ver de qué fotos se trataban una sonrisa se instauró en su rostro.

-No deberíamos haberlas restaurado- me dijo mirándome con picardía.

-Sí desde luego que vergüenza- le dije llevándole la razón.

-Deberíamos hacer unas nuevas-propuso tan tranquilo mientras que a mí se me cayeron las fotos que tenía en la mano.

-Buen chiste Edward. Ahora somos personas maduras, además mi cuerpo no es el mismo. Ahora no sería capaz de hacerme fotos desnuda y volver a verlas después. Además imagina que un día a Ethan le da por ver fotos, ¿qué le decimos?- le contesté.

-¿Pero qué dices?, nuestros cuerpos están mejor ahora que entonces. Tus curvas están más definidas y tu rostro ya no tiene ni rastro de la niñez y qué decir de mí… ¿has visto que bíceps?- dijo flexionando sus brazos.

-¿Tú no tienes abuela verdad?*- le pregunté.

-Vamos Bella será divertido- dijo levantándose del sofá.

-Mmmm no sé- le contesté a la vez que él me cogía en brazos.

-Eso para mí es un sí.

-De acuerdo pero… no me dejes verlas- él me apretó más contra su cuerpo y me dejó caer. Soltamos una sonora carcajada ambos mientras que yo desabrochaba sus vaqueros lo justo para introducir mi mano y tocar su miembro. Él comenzó a introducir su mano por mis pantalones hasta llegar a mi sexo y comenzó a pasar la mano por él repetidas veces. Un fuerte ruido nos hizo separarnos a ambos y volver a colocar nuestras ropas antes de subir a la habitación de Ethan.

El pobre estaba llorando desconsoladamente en su cama y tenía una mano en su oído. Le cogí en brazos y le llevé al salón dejándole sentado en mi regazo y su cabeza estaba apoyada en mi pecho. Edward trajo un vaso de agua e intentó calmarle pero no había manera de que parara de llorar.

-Eh Ethan, ¿cielo que pasa?- Ethan pareció que ni siquiera le escuchó y continuó llorando. Yo le mecía junto a mi cuerpo intentando calmarle pero a cada minuto parecía que lloraba más.

-Ethan si no paras de llorar no podemos saber que pasa corazón- le dije.

Edward le cogió de mi regazo y le apartó de su cuerpo un momento alzándole en el aire para poder observarle mejor y yo no vi nada nuevo en Ethan. Salvo que debido al llanto tenía la cara roja. Pero Edward parece que distinguió algo porque frunció el ceño y lo bajo de nuevo hasta mi regazo.

-¿Edward que pasa?- pregunté nerviosa.

-No para de tocarse el oído voy a por una linterna para ver mejor. Intenta que despegue la mano del oído.

Edward bajó al garaje a por una linterna mientras que yo calmé un poco a Ethan y finalmente conseguí que me diese la mano. Le miramos el oído detenidamente pero sin tocárselo porque le dolía mucho. Así que a simple vista solo lo tenía un poco rojo. Le puse e termómetro, contra su voluntad tengo que añadir, y tenía treinta y ocho grados. Até cabos y llegué a la conclusión de que era lo que le pasaba a nuestro pequeño hombrecillo.

-Creo que tiene otitis.

-¿El qué?- me preguntó Edward sentado a mis pies mientras continuaba acariciando la pequeña espalda de nuestro hijo.

-Una infección en el oído. Voy a llevarle al médico- dije mientras me levantaba del sofá y dejaba a Ethan tumbado y cubierto por una manta menos en los pies.

Al llegar al pediatra tuvimos que esperar en la sala de espera bastante tiempo pero gracias a dios Ethan se durmió en el coche.

Lo desperté para entrar en la consulta y el doctor se ganó a pulso a Ethan. Le trató con mucha delicadeza y a la vez simpatía, se notaba los años de experiencia.

Efectivamente tenía otitis y nos receto unas gotas y un antibiótico y nos recomendó ponerle paños calientes en el oído para aliviar el dolor.

Estuvimos semana y media con la casa patas arriba. Por las noches Ethan dormía conmigo en la cama de matrimonio mientras que Edward dormía en la cama de Ethan. Los tres estábamos agotados, todas las noches los llantos de Ethan nos despertaban y no podíamos descansar hasta que las gotas hicieran efecto.

Ahora nuestra preocupación solo era Ethan, vivíamos en torno a Ethan. Si el niño dormía nosotros dormíamos, si lloraba nos desesperaba el no poder hacer nada para aliviarle el dolor, si comía nosotros comíamos… vinieron a verle Esme y Carlisle prácticamente a diario y Alice y Jasper que le trajeron polos y un juguete para que pasara mejor el mal trago.

Semana y media después la otitis esfumo y volvimos a nuestra vida. Ethan volvió a dormir en su cama  y no se despertaba por las noches, Edward y yo volvimos a tener vida de pareja y todo volvió a la normalidad.

Por la mañana me levantaba junto a Edward y mientras él se duchaba yo bajaba a hacer el desayuno. Desayunábamos juntos, él se iba a trabajar, yo limpiaba antes de que Ethan se despertase. Cuando Ethan se despertaba le vestía, le daba el desayuno, le llevaba a la guardería y luego me iba a correr por alguno de los maravillosos parques de Seattle durante hora y media. Más tarde iba a casa y preparaba la comida tan solo para meterla en un tuper y llevársela a Edward. Ahora que hacía mejor tiempo comíamos juntos en el parque de al lado de su oficina o sino comíamos en el restaurante de abajo. La cuestión era comer juntos.

Después de comer pasaba a recoger a Ethan y lo llevaba al parque para que aprendiera a hacerse amigo de otros niños ya que dentro de pocos meses empezaría el colegio y era bueno que aprendiera a relacionarse. A su vez yo hablaba con Rosalie, quien llevaba a la pequeña Hayden en la sillita, e incluso  a veces se nos unía Alice.

Luego llegaba a casa y continuaba jugando con Ethan si no estaba muy cansado, sino se solía dormir una media hora antes de que llegase Edward de trabajar y entre los dos le bañásemos en la bañera. Cenábamos juntos y cuando Ethan se iba a dormir Edward y yo aprovechábamos para hablar de que nos había pasado a cada uno  durante el día. A veces discutíamos, no todo era color rosa, otras simplemente nos acurrucábamos en el sofá y veíamos la tele y otras yo leía un libro en su despacho mientras él revisaba algún papel importante del trabajo. Mi momento preferido era cuando los dos nos metíamos en la cama y se apagaban todas las luces de la casa menos la de nuestras mesillas y nos demostrábamos con acciones cuando nos amábamos.

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-Bella

-Bella- oía una voz a lo lejos, como si hubiese paredes entre nosotros.

-Bella, despierta- esta vez  a parte de la voz también sentí que algo me rozaba el hombro izquierdo.

En contra de mi voluntad me estiré en la cama y sin abrir los ojos me puse en pie. Tan solo pude abrir un ojo cuando otra vez se cerraron pero esta vez en un movimiento involuntario.

-¡Bella!- ahora la voz tan lejana se oía muy cerca de mí, podía jurar que me llamaba al oído.

Noté como me alzaron en brazos y me volvieron a poner en una superficie blanda  y suave que se moldeaba a mi figura. De repente algo frío y húmedo me tocó la frente haciéndome abrir los ojos debido al contraste.

-¿Pero qué….?- empecé a preguntar cuando vi a Edward con una toalla empapada apoyada en mi frente y con cara de preocupación-¿qué pasa?

-Te has levantado de la cama y te has desmayado. Has estado inconsciente casi diez minutos- me explico Edward mientras cogía una de mis manos y me la ponía en la frente para que sujetase la toalla- voy a buscar el termómetro- dijo saliendo de la habitación.

-Está en la habitación de Ethan- le grité para que me escuchara.

Volvió a los pocos minutos con el termómetro en la mano y se puso detrás de mí para colocarme él mismo, el termómetro bajo el brazo. Me quedé apoyada en su pecho cómodamente hasta que el molesto ruido del despertador sonó. Con muchísimo cuidado, más del necesario, Edward sacó el termómetro de mi axila y se quedó observándole durante unos segundos.

-Tienes un poco de fiebre- dijo dándome un beso en la frente la cual seguía mojada.

Se quitó de detrás de mí para colocarse a mi lado de cuclillas en el suelo.

-Haremos una cosa. Te quedarás en la cama un poco más…

-Pero Edward estoy bien. Solo que me he levantado de la cama sin abrir los ojos.

-Te quedarás en la cama un poco más- continuó como si nunca le hubiese interrumpido- yo llamaré a Alice para avisarle de que voy a llegar más tarde. Llevaré a Ethan a la guardería y si luego te encuentras mejor vienes a buscarme a mi oficina para comer juntos. Si no me llamas y me lo dices, ¿de acuerdo?

-De acuerdo- contesté resignada.

Edward sonrió de lado, me dio un suave beso en los labios, volvió a bajar las persianas de nuestro dormitorio para que me volviese a dormir y se fue.

Desperté a las diez de la mañana como cualquier otro día. No había ni rastro del desmayo de esta mañana ni de la fiebre que tenía hace tan solo tres horas. Me puse mi bata blanca de raso y bajé a la cocina donde Edward me había dejado una nota;

‘’Llámame en cuanto te levantes. He llevado a Ethan a la guardería. Hay café en la cafetera y galletas con chocolate en la despensa. Te quiero’’



Con una sonrisa tonta en los labios me fui hasta el fondo de la cocina donde descolgué el teléfono inalámbrico y marqué el número dos que me comunicaba directamente con la oficina de Edward.

-Oficinas Cullen, ¿Qué desea?- la voz de Alice me saludo nada más descolgar el teléfono.

-Hola Alice, soy Bella. Quería hablar con Edward, está esperando mi llamada- la expliqué.

-Oh, hola Bella- dijo con voz más entusiasta y personal que cuando me cogió la llamada- ¿qué tal sigues? Edward me ha dicho que está mañana estabas con algo de fiebre y por eso ha llegado algo más tarde.

-Sí pero ahora estoy perfectamente. No sé que me habrá podido pasar.

-Espera que miro si Edward está solo o reunido con alguien- dejó el teléfono unos segundos mientras la música de espera, que debería ser para hacerte la espera más llevadera, me ponía de los nervios.

-Bella- era Edward.

-Hola cariño- saludé con una sonrisa pintada en mis labios.

-Tu voz suena bastante mejor- dijo alegre.

-Estoy bien. No sé qué ha pasado esta mañana pero sea lo que sea ya ha quedado atrás- le aseguré.

-Me alegro. ¿Has desayunado?- me preguntó como si fuese Ethan.

-No aun no don controlador. Me acabo de levantar y lo primero que he hecho ha sido leer tu nota y llamarte.

-Pues desayuna bien. Lo más seguro sea que te hayas desmayado por no comer bien, desde que Ethan estuvo malo no te he visto sentarte a comer en la mesa y quedarte así más de diez minutos.

-No sé… puede que tengas razón. De todas formas iré a la oficina a buscarte para comer juntos como todos los días, solo que hoy si no te importa preferiría no tener que cocinar- le pedí.

-No te preocupes, iremos a comer donde quieras pero no te acostumbres, sabes que me gusta la comida que tu cocinas.

-Lo sé.-admití con una sonrisa. Me encantaba que me recordase siempre que tenía ocasión lo mucho que le gustaba mi comida- Cuando esté llegando te hago una llamada perdida para que bajes, ¿de acuerdo?- le informé.

-Ajá. Adiós amor.

-Hasta luego Ed.- le despedí antes de cortar la llamada.

Al final desayuné un café, las galletas, el zumo y dos tostadas con una rodaja de jamón york.

Me dediqué a hacer la colada y poner otra lavadora mientras planchaba las camisas de Edward para esa semana y las sábanas de la cama de Ethan. Se me hizo la hora de irme y yo estaba sin ducharme y sin vestir. Me di una ducha rápida y me vestí con lo primero que pillé en el armario que no fuese ropa demasiado informal.

Corrí como una loca por las calles de Seattle hasta llegar a las oficinas de Edward donde para mi buena suerte no había ni un jodido hueco para dejar el coche así que di la vuelta a la manzana y aparqué una calle más abajo. Llamé a Edward pero colgué antes de que me cogiese el teléfono.

Caminé rápidamente hacia la entrada de su edificio donde un impaciente Edward estaba apoyado en la pared con las gafas de sol sobre su cabeza, moviendo un pie incansablemente y mirando hacia todos los lados.

Una sonrisa se extendió por sus labios cuando aparecí en su radio de visión y él se acercó a mí los pocos pasos que nos separaban. Me besó dulcemente en los labios y luego pensé que me besaba la frente pero solo estaba posando sus labios contra esta. No entendía lo que hacía hasta que se separó de mí con una sonrisa y me dijo;

‘’Ya no tienes fiebre’’

-Lo sé Edward. Te lo he dicho por teléfono- le contesté algo cabreada. ¿Es qué no le servía con que yo misma se lo dijese?

-Tranquila cariño solo quería asegurarme- me dijo mientras me cogía de la mano y nos alejábamos de su trabajo. Llevábamos varios minutos andando en un cómodo silencio pero sin dirección alguna.

-¿A dónde quieres ir a comer?- me preguntó haciéndome parar.

-Pues había pensado en un…- en casa había pensado en ir a comer comida china pero ahora que lo pensaba mejor…- me gustaría ir a un KFC y comer pollo frito pero crujiente- se me hacia la boca agua solo de pensarlo.

-Buena elección, ahora que lo dices me muero por comer el pollo rebozado así- tiró de mi mano haciéndome caminar más rápido que antes hasta llegar al KFC más cercano.

Edward pidió las tiras de pollo extra crujientes y yo las popcorn de pollo también extra crujientes, una mazorca de maíz asada y de postre pastelitos de manzana. No sé de donde he sacado tanto apetito pero me estaba muriendo de hambre y mi estómago gruñía cada vez que pensaba en comida. Edward me miró un poco sorprendido cuando oyó la cantidad de calorías que pensaba meterme al cuerpo pero no dijo nada.

Mientras esperábamos la comida le pregunté sobre qué tal le había ido en la oficina y si no le habían dicho nada por llegar más tarde a lo que le se limitó a contestar un ‘’ ¿Quién reclama a los jefes si llegan tarde? ’’

Cuando llegó la comida prácticamente me olvidé de que Edward estaba sentado en frente de mí. Ahora mi vida se reducía a la comida que había en la bandeja de color roja, que decía ‘’cómeme’’.

Escuché una risita a mi lado y miré a Edward frunciendo el ceño.

-¿Qué pasa?- pregunté dejando a un lado mi mazorca de maíz.

-Come despacio, nadie te lo va a quitar y tampoco quiero que te atragantes.

Avergonzada volví a comer pero más despacio. Juro que intenté  comer más despacio pero el hambre me podía y cuando el hombre humano tenía hambre no había nada que lo detuviese.

Me comí todo bajo la atenta mirada de Edward y luego volvimos a su oficina dando un paseo. Yo pasaba mi brazo por la cintura de Edward y él llevaba su mano en el bolsillo trasero de mi pantalón. Así llegamos hasta su edificio de nuevo y en la entrada le besé como si se fuese a acabar el mundo no importándome que casi todo el mundo que estaba por allí trabajaba para Edward y por lo tanto me conocían. Le besé de nuevo y nos separamos. Tenía un mal presentimiento y era como si quisiese pasar todo el tiempo posible con Edward antes de separarnos.

Recogí a Ethan de la guardería y cuando salimos me fijé que una madre también iba a recoger a su hijo, solo que este era un bebé. Al verlo se me vino una imagen a la cabeza. Yo, embarazada de siete meses, con un tripón enorme, pero con una sonrisa en la cara. Salí de mi ensoñación al instante meneando la cabeza para alejar las imágenes y me acorde de algo.

Debería haber ido al ginecólogo a por la píldora hace casi dos semanas pero como Ethan había estado malo se me había ido el santo al cielo.

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